En las elecciones europeas el electorado español no piensa en Europa sino en la política doméstica. Lo habitual es más abstención y un ensayo fiable de las locorregionales del año siguiente. Pero, en este convulso 2014, las cosas han cambiado por el aumento de los llamados descontentos, léase enfadados, disgustados o insatisfechos por su mala situación económica o laboral. El descontento es libre, pero tiene la virtud de amalgamar tipos sociales tan dispares como el jubilado de derechas, el asalariado socialdemócrata, el nini antisistema o el autónomo, cuya ideología consiste en trabajar. En las susodichas europeas hubo dos patrones de comportamiento de los descontentos: los de centro-derecha, cabreados con el PP, se quedaron en casa, mientras que los de centro-izquierda, cabreados con el PSOE, entregaron su voto a Izquierda Unida o a Podemos. Resultado: tambaleo del bipartidismo y surgimiento de una alternativa a la izquierda del PSOE. Pero la campanada fue la impresionante irrupción de Podemos en el ruedo político.
Como no veo teletertulias ni tuiteo, me enteré de su existencia –y de la de su cabeza visible, Pablo Iglesias– la misma noche electoral. Desde entonces he oído y leído tanto sobre el fenómeno que no podría resumirlo en unas líneas, pero parece que a quien más pupa ha hecho y puede seguir haciendo es al PSOE. Resulta llamativo en este sentido el artículo «La irresistible ascensión de P.I.» en el que un diario tan poco pepéfilo como EL PAÍS desenmascara al líder de Podemos tildándolo de antisistémico, maniqueo, demagogo, simulador y engañador consciente del personal («se folla desnudo, pero para ligar hay que vestirse») y acusándolo de crear una ilusión cibernética de democracia directa bajo dirección leninista, con esta advertencia final a la parroquia: «Solo falta que el PSOE permanezca anquilosado para que P. I. prosiga su ascenso». Tratando de ser objetivo, leo ese programa electoral capaz de sacar un millón de votos de la nada y resulta que, solo por vivir en España, todos tendremos una renta básica, suficiente para sobrevivir con dignidad. No dará para comprar piso, pero como se despenalizará la ocupación de viviendas vacías y se considerarán el suministro de luz, agua y calefacción un «derecho básico inalienable garantizado por empresas públicas», ya no habrá que trabajar (con un tope salarial) ni pagar recibos, así que se entiende que Podemos, donde hasta afiliarse es gratis, suba como la espuma en las encuestas. Yo también los votaría si no fuera demasiado tarde, pues prometen la jubilación a los sesenta que ya he cumplido tras haber pagado por todo, así que a mí estos no me seducirían ni disfrazados de valquirias cuerno de hidromiel en mano.
(el-bisturi.com)