Le ruego que lea con paciente atención los datos siguientes:

– En España las tasas de natalidad (9 nacimientos por 1000 habitantes) y fecundidad (1,27 hijos por mujer) están a la cola del mundo mundial (puestos 175 y 181 de 182 en 2013, respectivamente).

– En 2013 nacieron en España 425.390 niños, un 6,43% menos que en 2012, murieron 389.000 personas y se practicaron 112.000 abortos en centros acreditados, casi el doble que en 2002 (se desconoce el número de abortos no oficiales). El 19% de los nacimientos fueron hijos de inmigrantes, que son el 10% de la población.

– La esperanza de vida actual en España es la segunda del mundo (81 años) y la proyección para 2050 es de 94 años para las mujeres y 88 para los varones. Actualmente, el 32% de los mayores de 65 años y el 75% de 85 son dependientes.

– En los últimos cinco años se estima que han emigrado unos 500.000 jóvenes, en su mayoría con formación superior, lo contrario que el flujo de inmigrantes.

– Se prevé, en fin, que en 2050 España será uno de los países más envejecidos del planeta, con más del 40% de mayores de 60 años (el doble que ahora) y cinco millones de habitantes menos que los 46,5 actuales. La distribución por tramos de edad sería: 10% menores de 14, 15% entre 15 y 29, 20% entre 30 y 44, 15% de 45 a 59, 25% de 60 a 74 y 15% mayores de 75.

No hay que ser Julio Verne para imaginar que, de seguir así, en cuarenta años España será el primer Estado Geriátrico del mundo. Un país sin apenas niños (emigrantes de tercera generación en su mayoría), con más hospitales de crónicos que colegios –y quizá más mezquitas que parroquias–, una economía hundida en la recesión y una población activa minoritaria y poco cualificada, dedicada en buena parte a cuidar ancianos y enfermos, que ni jubilándose a los 75 conseguiría mantener prestaciones sociales básicas como la educación, la sanidad, la dependencia, el desempleo o las pensiones como las conocemos hoy.

La preocupante situación que reflejan estas cifras debería hacer saltar todas las alarmas y urgir un plan estratégico que intentase frenar esta marcha galopante hacia el suicidio social. Por el contrario, a nadie parece importarle el sombrío panorama que les aguarda a nuestras próximas generaciones. Con una opinión pública saturada por los medios con nacionalismos de opereta, fiebres hemorrágicas y tarjetas opacas, y unos gobernantes o pretendientes a serlo agotando sus energías en politiquerías a corto plazo –algunos, especialmente majaderos, exigiendo cosas como la jubilación a los 60, más aborto o que se prohíba buscar petróleo–, solo a un friki o a un estadista les puede importar lo que suceda en 2050 en España, o en lo que haya sido de ella. Remate usted mismo la columna.

(el-bisturi.com)