Desde que tomé conciencia de que lo peor que nos sucede en la vida es por salir de casa procuro hacerlo cada vez menos; sólo una poderosa razón puede moverme a abandonar temerariamente el blindaje hogareño para acudir a algún sitio distinto del centro de trabajo. Escuchar en vivo a una gran orquesta sinfónica interpretando una obra de uno de mis compositores favoritos con un solista de primer nivel sin viajar es muy poderosa, así que el pasado sábado de reflexión asistí en Riojaforum a un concierto de la Orquesta Sinfónica Estatal Nueva Rusia dirigida por Yuri Bashmet, el mejor violista de la actualidad. Este relato de la velada no es una crítica musical sino de ciertos vicios crónicos que distinguen a la organización de estos eventos de música clásica en los que avergüenza ver casi más gente tocando que escuchando.

Para empezar, el plato fuerte del concierto era la actuación de Bashmet como director y solista en la sinfonía Harold en Italia de Héctor Berlioz. Pero, como de costumbre, ni en el folleto de la temporada ni en los carteles callejeros figuraba esta obra, e inexplicablemente en las cuñas publicitarias radiofónicas del concierto sonaba música de otro autor (Shostakovich) no incluido en el programa.

Otra marca de la casa es el retraso. No se entiende que todos los conciertos tengan que comenzar diez o más minutos más tarde de la ya tardía hora anunciada. Entre pitos y flautas no estás en el inhóspito exterior del auditorio antes de las once y cuarto, y a esas horas ya no te dan de cenar ni en casa. Tampoco dejará de sorprenderme la habitual desnudez decorativa del escenario. No digo que lo enfloren como el Musikverein en el Concierto de Año Nuevo, pero un triste centro hubiera disimulado además el inútil podio plantado en medio del proscenio estorbando la visión del célebre director.

Pero lo más impresentable para este criticón impenitente es la tradicional cutrez del programa de mano del concierto. Para empezar, el nombre de la sinfonía berliozana y de sus cuatro movimientos estaban escritos ¡en inglés! Hombre, ponlo en español o en su francés original traducido; el nombre mismo de la orquesta figuraba en un extraño revoltijo anglorruso: «Novaya Rossiya State Symhony Orchestra». Pero, sobre todo, y como siempre, ni una línea sobre las obras que se van a escuchar y sus autores.

Por último, choca la presencia en la sala de un destacamento uniformado de primeros auxilios, no sé si para desatascar a un tosedor atragantado con el caramelo, por si el percusionista le arreaba con los platillos en la cabeza al fagotista que tenía delante o ante el riesgo de estampida en busca de un restaurante abierto.