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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Una oportunidad perdida

Parece que el mayor problemón de esta Comunidad Autónoma y su capital, el futuro del edificio que alberga al I.E.S. Práxedes Mateo Sagasta, «el Sagasta» para los amigos, está en vías de solución: reforma sí, traslado no. Apoyando esta decisión se han evocado casos parecidos en ciudades como Pamplona o Burgos, que en su día optaron por mantener los centros. Pero, aunque ya esté prácticamente muerto, quisiera enriquecer el debate con un ejemplo opuesto y más cercano todavía.

La sede del Parlamento Vasco en Vitoria es un edificio decimonónico exento de planta cuadrangular armoniosa sencillez situado en el centro de la ciudad con acceso desde el parque de la Florida. Cuando en 1979 se creó la Autonomía Vasca con capitalidad en esta ciudad se escogió para acoger a la nueva institución el viejo Instituto de Enseñanza Media que llevaba el nombre de Ramiro de Maeztu, escritor y diplomático vitoriano de la Generación del 98 paseado por las milicias republicanas en una saca de la cárcel de Ventas en 1936. Por el viejo «Maeztu» pasaron miles de vitorianos y también algún riojano como quien esto escribe, que superó en él las temibles reválidas de 4º y 6º del bachillerato de entonces. A finales de los 60 se construyeron dos nuevos institutos con instalaciones adecuadas a los tiempos y el patio interior de recreo del viejo instituto acabó convertido en la sala de plenos del Eusko Legebiltzarra.

Así que no tuve el gusto de estudiar en el Sagasta logroñés, aunque  presumo de que mis tres hijos hayan cursado en él ese lujazo de Bachillerato Internacional que se imparte en el histórico centro. Pero por esta parte que me toca, y como ciudadano, creo que el edificio necesita una reforma pero no para continuar siendo un instituto de enseñanza secundaria. Los edificios pueden e incluso deben cambiar su misión conforme a las transformaciones urbanísticas, funcionales y sociales de las ciudades, y la privilegiada situación del Sagasta propiciaría la creación de un emblemático centro fomentador del civismo y la cultura en el corazón de una ciudad bastante necesitada, dando paso a un nuevo instituto moderno y con amplias instalaciones deportivas en otro lugar de la ciudad que, desde luego, no sería el dichoso «solar de Maristas», segundo problema riojano en indisoluble relación con el primero. Empeñarse en que el Sagasta siga siendo lo que fue por haberlo sido tantos años sería como haber reformado el vetusto San Millán por la presión emocional de quienes allí trabajamos o fueron atendidos, en lugar de haber construido un magnífico hospital más adecuado a las actuales necesidades asistenciales. La nostalgia puede ser un sentimiento tan bonito como contrario a la razón y al progreso. Y del «clamor popular» ni hablamos.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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