La razón esgrimida por los promotores y defensores de cambiar nombres de calles es cumplir la zapaterina Ley 52/2007, «por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura», vulgo «ley de memoria histórica». Pero o no se la han leído o la interpretan a la remanguillé, porque esta ley no dice ni mú de nombres de calles. Lo que dispone (Artículo 15.1) es que las Administraciones públicas «tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura». Punto. Todos sabemos a qué placas o inscripciones se refiere: la famosa que reza «España, vencedora del comunismo en la Cruzada, etc». aún puede verse en muchos sitios, fachada de la Redonda incluida. Pero incluso colando los rótulos de las calles como este tipo de «placas», que es mucho colar, la mayoría de los que se van a retirar no encajan ni con calzador en los supuestos previstos por el artículo, mientras otros que sí encajarían (ver más adelante) no están en la lista negra. Lo que se pretendía en realidad era eliminar como fuese nombres de calles rebautizadas durante el franquismo, pero se ha hecho rematadamente mal.
Porque, si por «franquistas» se entiende esto, tan franquistas serían General Sanjurjo (antes Estanislao Figueras), Víctor Pradera (Audiencia) o General Franco (Espartero) como Esteban Manuel Villegas (Libertad), Marqués de la Ensenada (Democracia), Joaquín Elizalde (Castelar) o Bailén (15 de diciembre). ¿Por qué no retiran todos y les devuelven sus nombres? Por cierto, la calle Bailén conmemora un regimiento de Artillería «que desde el principio del Movimiento está escribiendo páginas gloriosas de nuestra historia» (texto del acuerdo municipal de 1937 que le dedicó la calle). Para una que encajaba de lleno en lo de exaltar la sublevación, se les pasa. Ya puestos, si hay en Logroño una calle que encajaría en este concepto de «franquista» es la Gran Vía: el 26 de noviembre de 1975, con Franco todavía caliente, el Ayuntamiento se la dedicó al designado por el dictador como su heredero en la Jefatura del Estado «a título de Rey».
La cosa tiene más miga de lo que parece y está claro que, en lugar de resolver un problema (inexistente, además), que es para lo que están las Administraciones públicas, les han creado uno de verdad a vecinos y comerciantes, invocando además una ley que no lo ampara. También son ganas.