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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Un copago voluntario

Privados del poder que permite ejecutar actos, los políticos en la oposición deben conformarse con brindar gestos para expresar sus buenos propósitos. En este contexto, el diccionario define «gesto» como «acción con la que se muestra la intención de hacer algo que generalmente no se llega a realizar», pero no es el caso de la reciente renuncia de los concejales de Cambia Logroño a su seguro médico suscrito por el Ayuntamiento con una entidad privada. De entrada diré que aplaudo su decisión, pero discrepo de los motivos alegados para tomarla: la defensa de los servicios públicos, el deseo de potenciar los recursos destinados a una sanidad pública, la repulsa ante los recortes del sistema sanitario para favorecer intereses privados, etc. Creo que han perdido la oportunidad de presentar su guiño como el rechazo a un privilegio del que disfrutan cargos públicos locales y autonómicos a cargo del contribuyente, distanciándose así de la aborrecida casta no de boquilla sino con hechos. En las líneas que me quedan me propongo argumentar, además, que no hay mayores ni mejores defensores de la sanidad pública que quienes contratan un seguro médico privado.

Además de contribuir como todos a la financiación de la sanidad pública con sus impuestos, 7,3 millones de españoles se pagan de su bolsillo una póliza de seguro privado de salud. Ello supone un ahorro de costes al sistema público estimado por la Fundación IDIS en un mínimo de 560 euros por asegurado y año en un supuesto uso mixto de ambos sistemas, o sea 4.000 millones, lo que unido a la notable descarga asistencial que los centros privados procuran a los públicos favorece la sostenibilidad del sistema público, o no. Frente a esta realidad –dudosa para algunos teóricos pero indiscutible para los conocedores del sector sanitario– se estrella el demagógico discurso del saqueo de la sanidad pública para favorecer a la privada, blanco obsesivo de la incomprensible inquina de quienes se autoproclaman defensores de aquélla, cuando los que se privan de otras cosas para costearse un seguro médico colaboran más que ellos a su mantenimiento, sin que el Estado ingrato y cicatero les conceda la triste deducción fiscal que sería de justicia. Posiblemente haya que agradecerles a esos millones de españoles que soportan este auténtico copago voluntario que no se les imponga a los demás uno obligatorio para evitar la quiebra del sistema.

 

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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