En estos tiempos revueltos de confusionismo en el discurso político están de moda palabras como polisemia, «pluralidad de significados de una expresión lingüística». En cierta entrevista, Pedro Sánchez afirmó que «nación» era un término polisémico y su ilustre predecesor José Luis Rodríguez proclamó en el Senado que «es un concepto discutible». Pero el diccionario deja poco margen a la interpretación: «conjunto de los habitantes de un país regidos por el mismo Gobierno».
«Categoría» sí es una palabra polisémica que expresa el lugar ocupado por una persona o una cosa en una jerarquía, clasificación o profesión, pero también «calidad de algo o alguien». El individuo de primera categoría ha alcanzado la superioridad o excelencia en su forma de ser y actuar. Y categoría es el «estado de una persona, naturaleza, edad y demás circunstancias y condiciones que se requieren para un cargo o dignidad». Con respecto al ejercicio del poder, lo ideal sería que gobernaran los mejores, significado original de «aristocracia». Platón defendía para su República la sofocracia, gobierno de los sabios o élite intelectual dotada del mejor conocimiento para tomar las decisiones más acertadas, utopía bien alejada de nuestro actual panorama político. No digo que hasta este año la clase política se nutriera de los más formados, inteligentes, cultos o competentes para gestionar esta gran nación. Pero en la hornada surgida o emergida el 15-M hay tanto ignorante arrogante, descamisado intelectual, pipiolo inexperto y demagogo irresponsable que dan ganas de preferir lo grimoso conocido a lo temible por conocer.
En esta primera campaña (polisemia: electoral, publicitaria, militar) no bipartidista, además de un PP y un PSOE que tras décadas gobernando o en la oposición se supone que habrán completado sendas curvas de aprendizaje tras cometer graves errores que no deberían repetir, concurren dos partidos emergentes que nunca han gobernado. En España nunca hemos soportado un gobierno de coalición en pro de una mayoría estable, habitual en democracias consolidadas. El próximo puede ser el primero y el menos malo en mi liberal opinión no debería necesitar el apoyo del populismo, la extrema izquierda o el nacionalismo, así que solo quedan dos opciones factibles aunque una más fiable que la otra para abordar los mayores problemas del país: el paro, la crisis y el secesionismo. En ambos casos Ciudadanos deberá salir del burladero y echarse al ruedo para, además de aprender que la lidia política no consiste en acabar con las otras cuadrillas sino con los morlacos, recibir los primeros revolcones y alguna cornada mientras los privados de la erótica del poder claman desde la calle por la abolición de la corrida. Otra polisemia.