Los practicantes de ese patético «deporte» llamado boxeo se pegan en un cuadrilátero que sigue llamándose ring (anillo) porque al principio fue redondo. Como metáfora del escenario actual de la rivalidad política española, el ring resulta perfecto porque público y medios han decidido colocar a un líder en cada esquina para ver cómo se cascan entre ellos, marginando en la grada a los demás aunque algunos (IU, UPyD) ostenten la representación parlamentaria que no tienen Podemos ni Ciudadanos.
La categoría por peso de los púgiles es desigual: pesado, pluma, mosca y gallo, y en este insólito ring a cuatro se oponen diagonalmente Rajoy y Sánchez, ya breados en peleas cuerpo a cuerpo, y Rivera e Iglesias, todavía vírgenes de guantazos. El encaje lógico de Albert es a la izquierda de Mariano y por tanto a la derecha de Pedro, lo que deja a Pablo razonablemente a la izquierda de Pedro pero a una incómoda derecha de Mariano. Suena el «segundos fuera» y los cuatro boxeadores se dirigen al centro dando saltitos y amagando con los puños apretados. Un cuarteto sacudiéndose en el ring es insólito y ni ellos saben a quién zurrar más o primero. El veterano Mariano, actual campeón que defiende el título, recula un poco y les deja romper las hostialidades. Como el KO es imposible se lucha por los puntos. Pablo sabe que sólo puede arrebatárselos a Pedro, así que empiezan a arrearse entrambos. Albert, en cambio, puede robárselos tanto a Pedro como a Mariano, así que va a por los dos pero al golpear a diestro y siniestro descuida su defensa, lo que aprovecha Mariano para meterle un derechazo y volverse otro pasito atrás. Él y Pablo saben que ninguno de sus incondicionales apostará por el otro, así que se insultan entre dientes pero no malgastan mutuamente ni un bofetón. De pronto Pedro recibe a la vez un puñetazo de Pablo en la jeta y un directo de Albert al hígado, lo que aprovecha Mariano para susurrar «vais muy bien» al oído de los atizadores y «Pedro, sé fuerte» al del atizado. Cegado por la rabia y medio grogui, Pedro le responde con un fuerte zurdazo tan bajo que instintivamente Albert se lleva las manos a la entrepierna, nuevo error defensivo del que Pablo intenta beneficiarse dando sus últimos coletazos antes de sonar la campana del último asalto.
Mariano ha vuelto a ganar por puntos, pero una vez en el vestuario, mientras comparten hielo, ibuprofano y trombocil, los tres perdedores se conjuran contra el triunfador para ajustarle las cuentas a la salida del polideportivo propinándole tal paliza que lo deje fuera de combate para siempre. Inmediatamente después se enzarzan en una reyerta callejera para hacerse con el título.
Feliz fiesta de la democracia.