Todos los españoles leídos, que tampoco son tantos, saben quién fue Mariano José de Larra. Pero no, quizás, Baldomera Larra, que tenía cuatro años cuando su padre se disparó en la sien a los veintisiete y ha pasado a la historia como pionera mundial de la llamada pirámide o estafa piramidal. En esta perversa práctica de ingeniería financiera los beneficios de los inversores antiguos se obtienen directamente del capital que aportan los últimos en incorporarse al juego. El tinglado funciona mientras haya más gente pagando que cobrando (Larra llegó a dar intereses del 30%), pero empieza a fallar si se invierte la proporción y cuando el debe devora al haber sobreviene la bancarrota.
Una de las mayores estafas piramidales conocidas es el sistema de pensiones de la Seguridad Social española. En un plan de pensiones privado, el cliente va ingresando en una cuenta individual que el banco le devolverá en su día, o a sus beneficiarios. Pero en el sistema público todas las cotizaciones van al Fondo de Reserva de la Seguridad Social o «hucha de las pensiones» colectiva donde, además del riesgo de recesión si hubiera más pensionistas que cotizantes, el gobierno ladrón suele meter la mano impunemente para enjugar sus deudas. ¿Imaginan que tras apoquinar durante 40 años a un plan su banco les dijera que «no hay dinero» para devolverle el suyo, o que deberán conformarse con menos por las ruinosas inversiones de la entidad, y que si palma sus herederos no verán un céntimo? Pues esto sucede con el actual sistema de reparto de pensiones, que ya ha quebrado al romperse el vínculo justo entre contribución y reembolso futuro, en aras de un llamado «pacto intergeneracional» que no es más que un timo piramidal. Otra pirámide, la poblacional española, será pronto un triángulo insostenible sobre uno de sus ángulos, con nueve millones de pensionistas, un paro juvenil del 50%, la natalidad hundida y una esperanza de vida de 83 tacos.
En otros países, los trabajadores pueden ahorrar parte del salario en una cuenta individual de la entidad que elijan, la cual garantiza la devolución del dinero incluso con beneficios al jubilarse. La última broma en materia de pensiones es el pago de un plus a las nuevas pensionistas que hayan tenido hijos, lo que nos degrada a los padres como meros dispensadores del esperma necesario para que ellas solitas realizaran su «aportación demográfica a la Seguridad Social» meritoria de la propina.
Cuando le preguntaron a Baldomera Larra cuál era la garantía de su fraudulenta Caja de Imposiciones, respondió: «Tirarse del viaducto». Siglo y medio después, en España no habrá suficientes viaductos para tanto pensionista estafado.