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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Tontería de género

Sostengo que acusar de racismo es racista porque admite la existencia de varias razas cuando sólo hay una, la humana. Tampoco acepto el calificativo «ateo» porque es un término teísta que reprueba no creer en algo inexistente. Y propugnar la paridad sexual se me antoja un empeño machista, dispuesto a conceder a las mujeres hasta la mitad de los cargos pero ni uno más. En las facultades de Medicina hay una abrumadora mayoría de mujeres que luego coparán las plazas de MIR y en definitiva los puestos de trabajo. ¿Por qué no puede suceder lo mismo en un gobierno, una lista electoral o un consejo de administración? Porque lo impiden los varones que siempre han controlado el poder; aparentan ser más feministas que las féminas pero ejercen de hecho un micromachismo vergonzante.

Así que esto del «género», tan de moda en el lenguaje político-mediático, es otro bumerán ideológico que acaba impactando en el cogote del lanzador, pues en su sentido más amplio define a un conjunto de seres que comparten caracteres, como el de los primates homínidos homo stupidus –mal llamado sapiens– al que mujeres y varones pertenecemos: el género humano. La cansina y estúpida coletilla «todos los ciudadanos y todas las ciudadanas de este país» que contamina el discurso políticamente correcto como un idiomavirus es el recordatorio constante de que varones y mujeres son diferentes, justo lo contrario de lo que se pretende con insoportable machaconería. Estos feministos de boquilla, que acaparan los puestos más importantes de sus organizaciones, han caído en la trampa de confundir al género humano con el gramatical. No les entra en la mollera que «hombre», cuyo significado principal es «ser animado racional, varón o mujer», es un vocablo masculino, igual que «persona», o sea «individuo de la especie humana», es una palabra femenina, y que para referirnos a un conjunto indeterminado de personas o individuos empleamos sinónimos de distinto género: el pueblo, la masa, el personal, la muchedumbre, el gentío, la plebe, el populacho, la gentuza, la gente.

Esta ridícula manía de utilizar ambos géneros gramaticales para abarcar al humano puede jugar malas pasadas: no es lo mismo cualquier hombre que una cualquiera, un diputado es un hombre público pero una mujer pública una prostituta, «individua» significa «mujer despreciable» y Pujol será el padre político de Mas, pero su madre política es su suegra. Corregir, en fin, la curiosa inversión genérica de los nombres coloquiales de los genitales acarrearía conflictos de comunicación peores: estar de coña, sudar como un pollo, cómete la chicha, soltar el chorro, pichón en salsa… Cosas del género tonto.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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