Cornadas de odio
Los lectores de esta columna ya saben que a su autor no le gustan los toros. Bueno, los toros sí, ya me entienden, las corridas. De toros, claro. Creo que mi antitaurinismo se debe a una mutación genética. Mi abuelo era un gran aficionado y su carnicería mirandesa estaba presidida por una soberbia cabeza de […]