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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Sinsustancias

Hace unos domingos leí en la prensa sepia un artículo de Miguel Ángel Belloso, que firmaría, resumido en esta frase: «En España, patria de la Inquisición, la mayoría de los partidos y de los ciudadanos que los apoyan no quieren ni la regeneración democrática ni buscan la excelencia. Prefieren el linchamiento». Se refería al de José Manuel Soria, responsable dimisionario de un Ministerio de Industria donde prestó buenos servicios a los españoles, es decir, a «la gente», y obligado a renunciar a un puesto para el que reunía méritos indiscutibles sin estar ni siquiera acusado de corrupción y desde luego sin ser investigado y menos imputado o condenado. Su error fue «olvidar», o sea ocultar o si se prefiere mentir –aunque en un Estado de derecho con presunción de inocencia esta acusación hay que demostrarla, cosa harto difícil–, que había participado ¡hace veinte años! en una sociedad familiar en el paraíso fiscal de Jersey, lo que tampoco fue delictivo. ¿Cuántos políticos españoles quedarían en activo si tuviesen que irse por haber faltado una sola vez a la verdad?

El farisaico escándalo del «caso Soria», o injusta demonización vitalicia de un político competente hasta por su propio partido, contrasta con un «caso Echenique» que ha pasado inadvertido. El vídeo (compruébenlo introduciendo «la minga» y «Echenique» en la barra del buscador) es estremecedor. El entonces candidato a presidir Aragón, que compartía mesa con un grupo de dirigentes podemitos y podemitas, Iglesias incluido, se arranca con la conocida chanza sicalíptico-machista «Chúpame la minga Dominga / que vengo de Francia / chúpame la minga Dominga / que tiene sustancia», que a ritmo de jota acaban cantando los mejores borrachos en todo cenorro de amigotes que se precie. Lejos de provocar estupor en la mesa, siquiera por la deplorable entonación del rapsoda, los demás (y peor aún, las demás, esas paladinas del igualitarismo sexual y la dignidad femenina) se carcajean y acaban festejando la patética intervención del candidato ovacionándolo al grito de «¡Presiden-te, presiden-te..! Miedo no sé si dan pero grima, bastante.

¿Se imaginan la que se armaría si trascendiera que, a los postres de una chuletada de peperos riojanos en campaña, su aspirante a ocupar el Palacete –que tuvo en su casa una asistenta sin papeles– desafinara aquello de «Prefiero que me la chupen / follar es cosa de pobres / sudas mucho, te fatigas / y te duelen los riñones» y los otros, Rajoy incluido, reaccionaran con aplausos y jaleándolo como máxima autoridad de la región?

Además de injusto, el doble rasero es sintomático de la grave descomposición moral que afecta no solo a la clase política sino a toda la sociedad. Pero lo peor es que llegue a gobernarnos gente tan sin sustancia. Salvo en la minga, se conoce.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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