En cierta ocasión José Luis Prusén destacó de este columnista «la tozudez con que se emplea para llamar a cada cosa por su nombre, aunque en ocasiones pueda parecer inconveniente a quienes están acostumbrados a conducirse por los territorios en los que reina la monotonía de lo políticamente correcto». Es cierto. En esta trinchera de opinión siempre se ha combatido con ardor el eufemismo, esa «palabra o frase con que se sustituye a otra considerada proscrita, ofensiva, grosera o inoportuna», esa «manifestación suave o decorosa de ideas o conceptos cuya franca expresión resulta dura o malsonante». No importa que los hechos sean desagradables pero sí los términos que la definen con claridad y sin tapujos. La tendencia a maquillar expresiones tan feas como la realidad, de ablandar palabras duras de escuchar, no es nueva. Quevedo denunció que «por hipocresía llaman al negro moreno, trato a la usura, a la putería casa, al barbero sastre de barbas y al mozo de mulas gentilhombre del camino». Justamente quiero referirme al tercer ejemplo ofrecido por el meridiano autor de Gracias y desgracias del ojo del culo.
El Ayuntamiento de Madrid ha publicado una Guía de recursos para periodistas que pretende adoctrinarlos en aspectos conceptuales, informativos y lingüísticos sobre la prostitución. Daría para mucho pero solo me quedan líneas para comentar las instrucciones destinadas a «mejorar el lenguaje» usualmente aplicado a los actores del puterío. Por un lado, rechaza los clásicos términos vulgares como puta, furcia, fulana, zorra o ramera, pero también «trabajadora del sexo» e incluso «prostituta», y propone «mujer en situación de prostitución». Por el otro, recomienda sustituir cliente, consumidor o usuario por «demandante de prostitución», «prostituidor» (palabro inexistente en el diccionario) o, atención… «¡putero!» Ésta sí que es buena. Desde Voltaire sabemos que no hay reloj sin relojero, de modo que sin putas difícilmente habrá puteros. Por cierto, ¿qué pasa con los «varones en situación de prostitución»? En una sección de «contactos» se buscaban «caballeros para encuentros remunerados con señoras adineradas». Maravilloso eufemismo, pero cómo habrá que denominar a estas distinguidas damas, ¿puteras, quizás?
Está claro que los promotores de estas campañas de imagen no pretenden abordar en profundidad la lacra del comercio sexual. Se conforman con ocultarla, no solo física (recomiendan no publicar fotos de MSP haciendo la calle) sino semánticamente, sustituyendo palabras que desde el Siglo de Oro todos entienden por otras que, en determinadas manos ideológicas, se convierten en herramientas lingüísticas al servicio de la falsificación, la manipulación y, en definitiva, el engaño.
(Hoy jueves 6 de octubre presentación de COLUMNAS JOCOSAS, selección de columnas humorísticas de El Bisturí, en el Centro Cultural de Ibercaja-Portales de Logroño, a las 20 horas.)