Además de los dos partidos socialdemocratoides que llevan 34 años alternándose en el gobierno de España (PSOE y PP) y de su reciente depuradora (Ciudadanos), en nuestro carcomido armario político hay un cajón desastre donde se apretujan demagogos populistas, comunistillas de salón, secesionistas desacatadores, filoterroristas y majaderos antisistema que no se hacen ascos entre sí porque el variopinto comistrajo que hierve en esta olla a presión se mantiene trabado por la misma salsa untuosa y espesa: el odio a la vieja nación española y la ruptura con las normas de convivencia que son las leyes, esgrimiendo un concepto espurio de la democracia compartido por gente como Donald Trump: aceptar la legitimidad del sistema cuando me conviene o los resultados de los comicios solo si gano.
El tropezón más gordo de tan indigerible guisote se llama Podemos, la nueva izquierda para una «nueva política» ejercida con los viejos métodos de la agitprop bolchevique, dispuesta a reclamar con algaradas callejeras el ambicionado poder con vocación totalitaria que la maldita mayoría de los votantes les niegan. Para sus líderes, el boicot violento de un debate universitario por enmascarados coreando «asesinos» a los participantes es un «síntoma de salud democrática» (Iglesias) y «una conquista» de la «protesta estudiantil» (Errejón). Mirad majitos, cuando aún os faltaban años para escapar coleando del limbo, los estudiantes corríamos a cara descubierta delante de grises a caballo sacudiendo con porras de a metro sin detenerse ante las puertas de facultades y colegios mayores, reclamando la libertad que os permite montar vuestros numeritos. Se entiende lo de que «si solo votaran los menores de 45 años, Iglesias sería presidente desde el año pasado» (Bescansa), porque si sólo votáramos los mayores de 60 estaría tirado en una acera con la flauta y el perro.
Sin duda PSOE y PP han cometido graves errores, pero bastante menores que los buenos servicios prestados a España. Otros con mal perder, en cambio, aparte de tuitear parece que solo supieran patalear, abroncar, marear, rodear y joder la marrana, vaya. Dicho sea con ánimo de mejorar mi quebrantada salud democrática y en ejercicio de una libertad de expresión que no les debo a los advenedizos que creen haberla inventado.
*Antaño llamaban «marrana» al eje de la noria del molino porque al girar su engranaje emitía un chirrido similar al gruñido de la hembra del cerdo. Los campesinos molían el trigo siguiendo un turno que condicionaba la venta de su harina, por lo que algunos rezagados trataban de «joder» (estropear) la marrana, es decir, sabotear la rueda para perjudicar a los molenderos que les aventajaban.