Hay una serie de televisión titulada «Mil maneras de morir» que ilustra las más extrañas y estúpidas formas de cascarla que se pueda imaginar. En verdad, las causas de morir en el momento y del modo más inesperados son incontables, pero las más frecuentes en nuestro privilegiado entorno son la vejez, la enfermedad y el «accidente» que mata violentamente a un individuo sano contra su voluntad. Habrá también mil clases, pero el accidente por antonomasia, el que más merece la atención de autoridades, medios y opinión pública, es el de tráfico. No importa que durante un fin de semana perezca más gente por caídas accidentales o hábitos insalubres; los noticiarios solo darán el preceptivo parte de «siniestralidad vial», o sea los muertos y heridos en las carreteras. Y es que, aunque estemos tan acostumbrados, la imagen de dos vehículos que han chocado, reducidos al inevitable «amasijo de hierros», sigue impactando. Tan trágica manera de morir visibiliza de un modo brutalmente espectacular la fragilidad de la existencia humana segada de un modo tan absurdo como, casi siempre, evitable.
El caso es que últimamente en La Rioja parece que sólo hubiera o preocupara una manera de morir: de colisión en el tramo riojano de la carretera nacional de Vinaroz a Santander, la célebre N-232. Ni siquiera en otras vías de la provincia: solo en la «fatídica» enedostredós. La satanización de esta carretera ha llegado al descerebrado extremo de calificarla en las redes como «asesina en serie cuyos cómplices son los políticos». Cuando, como sabemos, las principales causas de los accidentes son las distracciones, el exceso de velocidad, no respetar la distancia, el cansancio, guiar bajo efectos de drogas o alcohol y, sobre todo, las imprudencias. Para viajar a Haro siempre uso la autopista (gratis con Vía-T) pero el otro día se me ocurrió volver de noche por la N-232 y en tan corto trayecto fui objeto de varios adelantamientos temerarios por potenciales homicidas incapaces de chupar rueda pacientemente el tiempo que haga falta y que al final son esos pocos minutos por los que se juegan la vida pero poniendo en grave peligro la de los demás.
Hay mil maneras de morir, pero pocas achacables a una recta de carretera en perfectas condiciones y bien señalizada, y demasiadas al constante peligro que supone la circulación de tanto vehículo deficiente y, sobre todo, de tanto conductor imprudente o capaz de cometer un error fatal en cualquier momento, aunque sea gratis total circular por la vecina autopista. Reivindicación que también apoyo, faltaría más, igual que una autovía Foncea-Alfaro y otra Logroño-Soria. Pero, mientras tanto, no imputemos al doble sentido nuestra falta de sentido común.