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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Tarde y mal

El gobierno ha terminado aplicando el 155 tarde y mal.

Tarde, porque el puñetazo en la mesa debió propinarse no hace semanas ni meses, sino años. Pues el independentismo catalán lleva años comportándose como esos niños bravucones que empiezan abusando de los pusilánimes en el patio del colegio y, como nadie se atreve a pararles los pies, se van creciendo hasta convertirse en matones que imponen su voluntad como el único principio de legalidad que reconocen.

Mal, porque ya que al fin te decides a golpear hazlo con tal fuerza que los destinatarios no vuelvan a levantar cabeza. ¿Qué es eso de convocar nuevas elecciones autonómicas como «solución a la crisis»? ¿Es que los golpistas se van a ir de rositas? Aunque los partidos «constitucionalistas» obtuviesen juntos más votos que los secesionistas y sus compañeros de viaje, cosa improbable, ¿cómo van a gobernar en coalición si no se pueden ni ver? Y si los soberanistas volviesen a ganarlas, otra vez la burra a brincos, con los mismos sinvergüenzas (sería el colmo) o con otros.

La solución provisional de este lío sería aplicar la vigente Ley de Partidos para ilegalizar a los que han «atentado contra el régimen democrático de libertades» que el Govern y su Parlament han suprimido, situándose fuera de la ley e instalando la desobediencia, el odio y el enfrentamiento civil en una comunidad autónoma española. Solo impidiéndoles presentarse a las elecciones, es decir, utilizar las instituciones del Estado para destruirlo, se podrá «restituir la legalidad y el orden constitucional» en Cataluña. Lo contrario sería como pretender combatir una grave infección o un cáncer agresivo tratando los síntomas pero sin tocar a los gérmenes patógenos ni a las células malignizadas causantes del mal. O los eliminas por completo o la enfermedad seguirá su curso, y lo que no mejora empeora. La solución definitiva, hoy por hoy impensable, sería una reforma de la Constitución, sí, pero para liquidar el Título VIII, polvo originario de estos lodos. A grandes males, grandes remedios.

Todos estamos del procés hasta la coronilla pero reconozcamos que también ha surtido efectos positivos, como desvincular de una vez la bandera de España del régimen franquista exhibiéndola sin complejos como símbolo del orgullo de ser españoles sin que la Roja llegue a la final. Pero, sobre todo, la facilidad con la que se producen la intervención económica o el regreso de fuerzas de seguridad de verdad al Principado han despertado a muchos de su ensoñación independista al darse cuenta de quién manda de verdad en una España de la que su terruño, mal que les pese, forma parte. Aunque esta vez se haya mandado tan tarde, y tan mal. Suponiendo que se acabe mandando: si Puigdemont se jiña, Rajoy se raja. Fijo. Y vuelta a empezar.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.