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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Entonces

Un periodista enmascarado sostiene una pancarta que dice en español: "sin libertad de expresión, huele a dictadura", durante una protesta en la Ciudad de Panamá. Foto AP / Arnulfo Franco./

En breve hará medio siglo que un servidor alcanzó la mayoría de edad que te permitía sacarte el carné de conducir, aunque no tuvieses qué, y votar, aunque vivieses en una dictablanda. A los actuales dieciochoañeros les parecerá imposible que entonces pudiésemos vivir sin internet, ordenador, esmarfón, tableta, videojuegos, series, guasap, memes ni redes sociales. Pero vivíamos, y no éramos más infelices de lo que puedan sentirse ellos hoy. Quizá les sorprenda también que entonces se pudieran decir con libertad cosas hoy prohibidas a golpes de adoctrinamiento ideológico y lingüístico, propinados con el canto del B.O.E. en la cresta del ciudadano para imponerle, no lo que debe pensar, sino lo que no puede decir.

Entonces, si decías que un individuo con epidermis color azabache era un negro, simplemente lo estabas describiendo con una palabra clave, como al pelirrojo, la rubia o el calvo; hoy eres un racista que lo está denigrando.

Entonces, si decías que te engañaban como a un chino, que el tendero era un gitano, que alguien hacía el indio o era un cafre, que el banco te había hecho una judiada o que había moros en la costa, sólo usabas expresiones arraigadas en el lenguaje coloquial; hoy eres un xenófobo supurando odio.

Entonces, si a una chica guapa se lo decías, intentabas halagarla; hoy la estás acosando sexualmente y sometiendo a «la tortura del piropo machista», como leo en un artículo feminista radical que califica al parto como «violación obstétrica».

Entonces, llamar mariquita a un hombre afeminado, o marimacho a una mujer masculina, no eran muestras de homofobia, que ni sabíamos qué era eso.

Entonces, al uxoricidio por celos no lo calificaban de crimen machista, sino pasional; a la progenitora de familia monoparental, madre soltera, y a casarse con la novia en estado, de penalti.

Entonces, al carente de recursos para cubrir sus necesidades básicas lo llamaban pobre, al mayor, viejo (y si le gustaban las jóvenes, verde), al toxicómano drogadicto, a la persona con discapacidad minusválido, al individuo en riesgo de exclusión social inadaptado, al insuficiente suspenso, al nini parásito, a los proxenetas, mendigos profesionales y alcohólicos sin oficio ni beneficio vagos y maleantes (en virtud de una ley republicana), etc.

Ni reivindico aquellas expresiones ni condeno las actuales porque son distintas etiquetas de las mismas realidades sociales que ningún iluminado en el poder podrá erradicar desde su despacho. Pero creo que, aunque entonces usáramos aquellas expresiones, no éramos por ello odiadores racistas, xenófobos, homófobos o machistas, como tampoco hoy lo seríamos si pudiésemos utilizarlas sin que una ministra tan fanática como indocumentada nos amenace con echarnos a la fiscalía por expresarnos libremente. Como entonces.

 

 

 

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.