En 1895 un vasco xenófobo, racista, antiespañol visceral y reaccionario poscarlista llamado Sabino Arana, cuyo nombre inunda calles y plazas del País Vasco, fundó el único partido político que en 1980 votó en el Senado contra el cambio de nombre de la provincia de Logroño, aunque lograron colocar el artículo «La» con mayúscula delante de «Rioja», porque saben que este es el nombre de una comarca y de una denominación vinícola, y que tan riojana es la margen izquierda como la derecha del Ebro. Así, La Rioja se queda como el rígido corsé que excluye territorios de la Rioja.
Por tanto, la intención peneuvista (no se refiere al miembro de la uva) de sacar de la DOC a la subcomarca riojana administrativamente alavesa, es coherente con su política nacionalista, y si me apuran, legítima, porque en democracia es defendible cualquier propuesta mientras transcurra por la senda de la legalidad vigente. Lo grave y rechazable del asunto es que el portavoz parlamentario del Grupo Vasco en el Congreso se congratule de que el Gobierno acceda a tratar el tema (solo con ellos, claro) «fuera de este ambiente tan ruidoso y tóxico» (o sea, del Congreso) y a discutirlo mejor en un «ambiente sereno».
¿Se acuerdan de «la bodeguilla», aquel merendero que se montó Felipe González entre las cloacas estatales del sótano de la Moncloa, donde a saber qué tejemanejes se urdirían a salvo de luz y taquígrafos? Pues resulta que, tras años de abandono, Sánchez la ha rehabilitado. No imagino ambiente más sereno que el txoko monclovita donde jeltzales, abertzales y aiquechales (pero de comer) puedan discutir mejor cómo arrancarle a la DOC Rioja su sonsierra alavesa entre risotadas y brindis con morapio de la futura J. D. Arabako Errioxa hasta que la serenidad se evapore.
En fin, que el dios Baco se apiade de los débiles. Bueno, o Bako, que lo mismo se llamaba Dionisio y era de Eskuernaga, lo que venía siendo Villabuena de Álava. Cosas veredes, amigo Sánchez. Y concederes.