Ciudadanas y ciudadanos, pecadores todos: ¿arrepentíos!, pues el calentón que acabará con la vida terrestre se acerca. Los polos se derriten, los glaciares se evaporan, los continentes se inundan, el ozono se extingue, la tierra se deseca, las especies se diezman y todo, irresponsable amigo lector, por su grandísima culpa. Por empeñarse en cometer agresiones criminales contra la biosfera tales como utilizar su automóvil, climatizar su vivienda, conectar los electrodomésticos, combatir la sobaquina, generar basura o emitir más anhídrido carbónico en cada nuevo suspiro por el advenimiento del fin. El mundo camina hacia su inexorable destrucción recalentado cual sobra y el peor bicho de la creación acabará pasteurizado como la bacteria de la mala leche que es: he aquí la nueva amenaza que se cierne sobre la detestable masa de irresponsables contribuyentes. No contentos con endilgarnos los grandes males que azotan a la Humanidad (miseria, injusticia, hambre, incultura, enfermedad, violencia) nuestros gobernantes, azuzados ahora por los gurús atmosféricos, se disponen a culparnos también del presunto cambio climático. O sea que primero nos hacen dependientes de un modo de vivir contaminante y después nos acusan de contaminar. Pero de qué van, hombre: hace 11.000 años no había ni chimeneas, ni calefacción, ni tubos de escape, ni esprais, ni alumbrado eléctrico y entonces revirtió la cuarta glaciación del último millón de años, que convirtió ardientes desiertos en mares de hielo. Aquellos sí fueron cambios climáticos y el hombre sobrevivió sin medios para combatirlos. Además, el pronosticado aumento de fiebre de este planeta enfermo hasta puede venirnos bien. Como las otras veces, se producirán masivas migraciones humanas y con un poco de suerte tribus de sangre fría tan indeseables como chiítas, talibanes, alfatases, kaleborrokas, alqaedos y demás gentuza quizá se piren al norte huyendo del horno hasta acomodarse en Siberia, tan amplia y templadita, y nos dejen cocernos en paz mientras se masacran entre sí. En todo caso, a los de mi generación-emparedado (media vida adulta cuidando descendientes y ascendientes la otra media) nos importa un carámbano si en 2099 vagarán por la Gran Vía osos polares o dromedarios. Ya sólo nos faltaba tener que preocuparnos también de los biznietos; los que vengan detrás que arreen, hombre, pero tranquis, por aquí no será tan malo como pretenden los agoreros: los veintidós graditos de media presagiados para fin de siglo pueden convertir a La Rioja en un paraíso subtropical; ¿se imaginan ustedes degustando mazapanes y turrón a la intemperie en pantaloneta? Por ejemplo.