HACE unos días visité un pequeño comercio en el centro de la ciudad. Para que el lector no pueda identificarlo (favor o faena que les hago a sus dueños, vaya usted a saber) sólo diré que era uno de esos establecimientos familiares pequeños y estrechitos donde además de vender reparan, con un mostrador tras el cual él curra y ella recibe, enseña, toma nota, chismorrea, envuelve y cobra. Sólo había otro cliente, un joven paquistaní impecablemente vestido y aseado que se expresaba con modales educados y en un castellano que ya quisieran algunos mecedores de la cuna de la lengua. El muchacho necesitaba un arreglo y tras el veredicto de factibilidad del entendido, emitido por boca de su portavoz, solicitó el presupuesto. El hombre dudó unos segundos y finalmente masculló una cifra sin levantar la vista del tajo. La mujer la repitió en tono desafiante y se quedó escrutando el rostro del muchacho, el cual, tras una breve vacilación, aceptó la cantidad. Con el rostro arrugado de fastidio, la alparcera se dispuso a tomar nota y le preguntó de mala gana su nombre, que el cliente casi deletreó. «Ya empezamos», desistió disgustada, y arrojó papel y boli al mostrador para que él mismo lo escribiera. El chico lo hizo, dijo adiós y buenas tardes y aún no había puesto los pies fuera del tendajo cuando el basilisco empezó a despotricar contra los inmigrantes buscándome en el semblante una complicidad que no encontró. Sólo resumiré una frase, tremenda: «Con estos es que no hay manera; les pides más que a los de aquí para que no entren, y ni por esas». He oído decir al presidente Sanz, a propósito de los inmigrantes, que en La Rioja ya no caben más. Y he leído que el alcalde Revuelta defenderá los derechos de los logroñeses viejos frente a los nuevos. Respecto a lo primero, desconozco si en esta región habrá o no sitio para más gente, pero desde luego quienes sobran por indeseables son los xenófobos, aunque sean de aquí de toda la vida. Y en cuanto a lo segundo, este ex inmigrante interno rogaría que entre los supuestos derechos de los logroñeses con pedigrí no figurara el de pagar por una reparación menos que los recién llegados, aunque posean un nombre demasiado difícil o una piel demasiado oscura.