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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

La gran cagada

Antes de afearme el título de la columna déjenme aclarar que, por malsonante que resulte, «cagada» es un término definido por la Real Academia Española como «resultado muy insatisfactorio de algo en relación con lo que se pretende o se espera», y que «evacuar» también significa expeler excrementos un ser orgánico. Así que, por doble motivo, la dramática evacuación de fugitivos del terror talibán a la desbandada, tras el fracaso de Occidente en Afganistán, me parece una grandísima cagada.

A los buenistas del ingenuo «no a la guerra» en general, y a los herederos del ancestral antiyanquismo en particular, integrantes de la llamada izquierda sociológica, les recordaría que (1) estamos en plena Tercera Guerra Mundial, (2) que ya no enfrenta a imperios sino al mundo libre contra la barbarie del fundamentalismo islámico, (3) cuyas batallas no se libran en las trincheras de la Primera ni con los bombarderos de la Segunda, sino en el próximo barrio escogido por los terroristas para provocar una masacre; (4), que, guste o no, los E.E.U.U. han sido hasta ahora el gendarme de ese mundo libre, y (5) que uno de los mayores nidos del terrorismo global está en Afganistán. ¿Imaginan qué hubiese sido de Europa si los americanos no hubiesen combatido al Tercer Reich, alegando que no eran ni su país ni su guerra? Pues lo acaba de hacer el decrépito Biden, desdeñando que el derribo de las torres gemelas se planeó en un cubil afgano.

Un principio fundamental del llamado «arte de la guerra» es la voluntad de vencer. Sin embargo, la deshonrosa retirada de un ejército cansado de no derrotar al enemigo ha certificado la inexistencia de esa voluntad, es decir, la aceptación de su propia rendición luego de sacrificar miles de vidas y gastar billonadas, para nada. Ahora que las ratas salen de sus madrigueras para celebrar a cara descubierta la espantada de los gatos, ¿no era el momento de aniquilarlas? Hubiera sido la mejor jugada táctica desde la toma de Troya. En cambio, los campeones de las libertades han preferido abandonar el campo de batalla dejando libres a los peores asesinos en masa, intolerantes religiosos y criminales machistas del planeta, mientras presuntos líderes occidentales como Sánchez presumen de lo bien que lo han hecho sus fuerzas armadas, es decir, de lo limpio que les han dejado el culo tras la gran evacuación a calzón quitado.

Uno creía que los ejércitos estaban para batallar hasta vencer, no para organizar huidas, y calificar de «misión cumplida» y «orgullo de país» a escapar cobardemente del enemigo en vez de destruirlo resultaría risible si no fuera tan patético. Yo me sentiría orgulloso si mi país hubiese contribuido a dejar hasta el último talibán o verdugo del ISIS fuera de combate.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.