Años ha, en una columna titulada “Dirección General de Sablazos” refiriéndome a la de Tráfico, afirmaba que “en España persiste un residuo de aquella represión franquista en virtud de la cual el simple avistamiento de uniformes producía tembleque”, comparaba a los guardias con José María el Tempranillo, “pues como el célebre salteador de caminos, madrugan a desplumar viajeros desprevenidos, agazapados en los ribazos”, me preguntaba, si la finalidad del celo punitivo era evitar muertes, por qué no se perseguía con igual saña a “fumadores*, sedentarios, estresados, borrachines o tragones, hábitos más insanos que conducir por la ciudad sin cinturón de seguridad” y finalizaba diciendo que “me creeré que el acoso policial al conductor se debe a una buena causa cuando vea agentes sacándoles los euros también a tabaquistas, bebedores, pastilleros y no digamos a meones, vomitadores, rompevidrios, emporcadores y alborotadores nocturnos con el mismo rigor; mientras tanto, seguiré convencido de que sólo se persigue recaudar un abusivo tributo más de cuantos soportamos los automovilistas.” Rescato estas frases no sólo para reafirmarme en ellas sino porque, con la inminente entrada en vigor de la nueva ley de Tráfico, se quedan cortas. Hasta ahora, el radar toleraba un estrecho margen de aumento de velocidad (hasta132 en una autovía limitada a 120 o 44 en una travesía urbana a 40). Pero la nueva Ley castiga conducir a 31 km/h si está limitado a 30 con 100 eurazos, ya que pasarse en un solo kilómetro se considera “infracción grave” (la propaganda tranquilizante de Tráfico dirá lo que quiera pero eso es lo que pone en el BOE). La extrema dureza de esta política sancionadora, frente a la impunidad con que en este país se cometen actos mucho peores contra la comunidad, sólo se entiende por codicia recaudatoria cebada en una presa tan fácil como el conductor, ese pringado identificado por la matrícula de su coche contra el que el Estado empeñará todo su poder exactor hasta arrancarle el botín de la cuenta corriente. Por miedo al multazo, más dañino en tiempo de crisis, vamos a conducir más pendientes del cuentakilómetros que de la carretera. Lo cual, además de aumentar el riesgo de accidente, constituye a su vez otra falta: que no te pillen comprobando si te estás pasando en un par de kilómetros porque además de los 100 euros se te puede caer el pelo por distracción al volante. Así que partir del martes que viene, como hace siglos, el mayor riesgo de viajar por España no será sufrir un accidente sino un atraco.
(* 20000 españoles muertos en 2009 de cáncer broncopulmonar frente a 1900 por accidente de circulación)