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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

La receta del ahorro

El omeprazol (“omepra” para los amigos) es un fármaco que reduce la secreción de ácido gástrico. Su empleo, por tanto, está indicado para combatir enfermedades del aparato digestivo perjudicadas por efecto del propio ácido estomacal, sobre todo la úlcera gástrica o duodenal. El porcentaje de afectados por la enfermedad ulcerosa péptica se estima entre el 1 y el 2% de la población, pero el año pasado se dispensaron en la Comunidad Dispéptica de La Rioja la burrada de 291.702 envases del popular “protector”, lo que la encumbra como la botica más recetada, con un coste para el SERIS de 1.155.091 euros. A 28 comprimidos por envase resultan 8.167.656 dosis, con las que podrían tratarse a 22.337 pacientes durante un año entero. Afortunadamente, ni hay tantos riojanos ulcerosos ni los tratamientos son tan largos (la terapia para erradicar el Helicobacter pylori incluye tomar omeprazol sólo unos días), pero ahí está la cifra de envases recetados en 2009, además de los incontables vendidos en las farmacias sin receta médica: casi uno por riojano, una barbaridad. Los principales responsables de este exagerado consumo somos sin duda los médicos con nuestros malos hábitos prescriptores (cediendo, hay que decirlo, a presiones ya invencibles), pero también el uso inadecuado por automedicadores y quienes se lo meten como antídoto preventivo del exceso gastronómico-alcohólico sin saber que el omepra no está exento de riesgos, como el de producir mono: Gastroenterology ha publicado que personas que nunca habían sufrido molestias de acidez, regurgitación o dispepsia, si tomaban omeprazol durante dos meses notaban síntomas relacionados con el aumento de la secreción ácida tras suspenderlo. El caso es que utilizando debidamente sólo este medicamento ahorraríamos cientos de miles cada año tan sólo en La Rioja, que se dice pronto, y racionalizando el uso de las otras boticas del top 20 farmacéutico serían millones de euros públicos no malgastados en favor de auténticas necesidades sociales como educación, justicia, infraestructuras o dependencia. Pero la receta para lograrlo no consiste en abaratar la factura sino reducir el hiperconsumo mediante la educación sanitaria y una correcta prescripción bajo el amparo institucional de la buena practica médica frente a las presiones socio-político-industrio-mediático-judiciales causantes de esa lamentable medicina defensiva que consiste en recetar fármacos, solicitar pruebas y aplicar tratamientos innecesarios por temor al pleito. Y esto no se combate disparando salvas de fogueo desde el Ministerio de Sanidad (con pólvora de Farmaindustria, por supuesto) para celebrar un pacto por la continuidad de la mala gestión.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


marzo 2010
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