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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Tocando los bemoles

¿Quién podrá negar que nuestros tres millones largos de empleados públicos (en adelante “funcionarios” aunque no lo sean todos) son trabajadores privilegiados? Inmunes al ERE o la congelación salarial, indespedibles y con menos horas de trabajo y más de fiesta al año que nadie, se entiende que convertirse en funcionario sea la aspiración laboral de la mayoría de los españoles. Gracias a ese lícito anhelo, tan humano, de un puesto de trabajo “seguro”, es decir, con la paga a fin de mes asegurada de por vida así se trabaje mucho, menos o nada (me refiero, claro, a bajas, vacaciones, permisos, moscosos y demás días libres), en España ya hay más funcionarios que emprendedores. Pero no comparto los demagógicos clichés que la mitología popular atribuye a sus empleados públicos (unos holgazanes desmotivados que a media mañana se largan a desayunar y a las tres en punto salen por la puerta así se hunda el mundo) porque sólo es pura envidieja hacia quienes “viven como Dios”. Pues ellos no tienen la culpa de ser tantos y tan mal gestionados, se curraron una oposición y quien crea que es un chollo ya sabe lo que tiene que hacer en la próxima convocatoria de empleo público de su pueblo, provincia, taifa o Estado. Pero, dicho esto, pasma leer que los funcionarios son “el chivo expiatorio” de la crisis económica, como manifestaba el viernes pasado en LA RIOJA un enojado Secretario General de la FSP-UGT de La Rioja, cuyo nombre omitiré para no personalizar la crítica en el “vocero” de su organización. Con millones de obreros en la calle, autónomos arruinados y pequeñas empresas cerrándose mientras el número de funcionarios crece sin cesar, tal desvarío sólo puede decirse por desfachatez o, peor aún en este caso, por desconocimiento de la realidad laboral del país defendiendo fogosamente a los trabajadores que menos lo necesitan (y a los que nadie “criminaliza” ni culpabiliza de la crisis) pero callando ante el drama del paro que no para. El autoritario dirigente sindical remataba su soflama mandando callar a quien ose decir lo que no le gusta escuchar y amenazando con “meter en cintura” y dar “respuesta” a quien “nos toque más los bemoles”. ¿A quién se los estarán tocando más que a las víctimas del despido, el desempleo o, en los más afortunados, de la reducción de jornada y sueldo para conservar el curro mientras los salarios de funcionarios y estatutarios crecen incluso por encima de la inflación? A este hombre lo traiciona el subconsciente cuando asegura que “los servicios públicos son, como el aire que respiramos, sumamente necesarios”. Porque, no se confundan, no está pensando en los ciudadanos sino en los sindicatos.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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