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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Vejaciones

Con objeto de aliviar su legendario superávit, la Junta de Andalucía regalará 1800 euritos públicos a las mujeres que “padecieron formas de represión sobre el honor, la intimidad y la propia imagen” durante el franquismo como “reparación moral” de “acciones vejatorias como el rapado, la ingesta de aceite de ricino y la exposición al escarnio público”. Y como el presunto Ministerio de Igualdad no reclama de oficio idéntico donativo para los varones vejados durante la Oprobiosa, me propongo denunciar esta discriminación exponiendo mi propio caso como ejemplo. Verán, Franco aún respiraba solito cuando, a punto de comenzar sexto de carrera, recibí una notificación castrense que me conminaba a presentarme en una base militar sita al norte de Vitoria declarándome prófugo (es decir, reo de consejo de guerra y prisión militar) si no comparecía. No me quedó otra que entregarme y entonces me internaron en un siniestro campo de concentración donde me raparon, me largaron un petate, me uniformaron y me adjudicaron un fusil para aprender a matar llegado el caso. Reprimida así la propia imagen, me adjudicaron camastro en un mefítico barracón compartido con otros cien detenidos y, anulada ya mi intimidad, fui sometido a un proceso sistemático de enajenación mental, degradación de la personalidad, anulación de la voluntad, modificación pavloviana de la conducta inducida a toques de cornetín, ingesta reiterada de bazofia y plena sumisión a superiores cuyas órdenes, por absurdas, injustas o degradantes que fuesen debía obedecer so pena de arresto, sin defensa posible. Durante aquel cautiverio las vejaciones fueron continuas, pero recuerdo con particular pesadumbre el pelado de patatas, el baldeo de letrinas, la enésima toma a pedradas del maldito depósito de agua, la vacunación veterinaria hincándonos a todos las mismas jeringas-pistola en los brazos, el cuerpo a tierra en el barrizal, las bromitas con el botijo en la imaginaria, la espera en pelotas a la intemperie para entrar en el túnel de lavado donde te jabonabas en marcha a base de codazos o la bajada de pantalones ante un chusquero que te hurgaba los huevos con el capuchón de un “bic cristal” en busca de ladillas. Si por un triste corte al cero van a soltar trescientos talegos, por aquel secuestro pienso pedir tres mil. Y animo a otras víctimas de la mili franquista a presentar una demanda colectiva de indemnización al Gobierno antes de que descendientes de flamencos zurrados por el Duque de Alba, aztecas masacrados por Cortés o moriscos expulsados por Felipe III se nos adelanten pillando las escasas reservas de reparación moral que deben de quedar en las arcas públicas.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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