Una de las cosas que más enorgullecen a los estadounidenses es el llamado “sueño americano”, según el cual su país es una tierra de oportunidades donde cualquiera puede llegar a lo más alto a base de talento y esfuerzo. La “pesadilla española” es que a gente como Moratinos, Blanco, Álvarez, Salgado, Jiménez, Aído, Pajín y compañía les ofrezcan ser ministros de lo que sea sin ningún mérito ni preparación y, lo que es peor, acepten encantados, corroborando el principio de Peter*. Respecto a Sanidad, en seis años y medio de zapaterismo van ya cuatro titulares: Salgado (3 años), procedente de Administraciones Públicas con destino a Economía; Bernat (2 años), que volvió adonde nunca debió irse, Jiménez (1,5 años), así consolada por el jefe de perder unas municipales, igual que ahora con Exteriores del batacazo de las primarias, y finalmente Pajín, premiada por su inquebrantable lealtad al nombrador con una pensión de ex ministra por el añito largo de permanencia en el cargo que, al menos, no le permitirá hacer casi nada. Con estos movimientos estratégicos de sus peones, además de un desprecio absoluto hacia el sector sanitario, entre otros, ZP demuestra que no gobierna por el interés de los ciudadanos sino por mantenerse en el poder realizando cambios que no buscan mejorar la situación del país sino la de su partido ante las encuestas desfavorables.
Pero lo más estremecedor de esta impúdica exhibición de incompetencias encumbradas, patadas hacia arriba, cómodas recolocaciones y pago de servicios prestados ha sido el inquietante ascenso de esa especie de Rasputín de la corte pesoísta en que se ha convertido Rubalcaba. En la Europa seria, un ex ministro y portavoz de un gobierno que incurrió en terrorismo de Estado estaría cuando menos inhabilitado políticamente de por vida, pero ahí lo tienen, reciclado por el señor Z de viejo tiburón a delfín con el comprensible aplauso del señor X. El drama de esta España en crisis no es sólo estar gobernada en minoría por ineptos, sino que el único partido de la oposición capaz de sustituirlos no lo sea de ganar una moción de censura, por sus propios deméritos y porque los aliados necesarios son regionalistas que sólo buscan sacar tajada para su terruño, estúpidamente inconscientes de que si al padre le va mal no les irá mejor a los hijos que aún viven en su casa. Ojalá fuese una pesadilla, pero es tan real como que la ministra de Exteriores no sabe inglés, el de Presidencia va a enterarse de qué va el tema en “dos tardes con Alfredo” y el de Trabajo es un ugetista que no hace un mes se manifestaba contra la reforma laboral del gobierno.
(*“En una organización se asciende hasta alcanzar el máximo nivel de incompetencia”)