Entremés moruno en un solo acto (afortunadamente)
Deseoso de rehabilitarse, el impopular sultán alauí Mojamé decide en vísperas de la Fiesta del Cordero invadir el islote hispano de Perejil, donde es recibido con fingido entusiasmo por sus moradores (coro de cabras y cabrones “Siempre fuimos berebeeeeres”). Informado de la intrusión, el rey nada cristiano Zetapero el Inerte desoye a su gabinete de crisis (chacona de Pajita, Rugalcara, Pepiño y la Trini “Si temes nuestros cañones, no nos toques los peñones”) y sacrifica el enclave en aras de la buena vecindad (célebre “romanza de las esdrújulas” “Es fúndamental la cólaboracion ínternacional”). Aclamado por sus oprimidos súbditos so pena de apaleamiento (“Alauí, alauá, Alá bimbo va, májame, Mojamé, y dame pan”), el sultán se apodera sucesivamente de la ex provincia hispana del Sahara, las Chafarinas y las Alhucemas y pone sitio a las plazas de Ceuta y Melilla (nocturno de Mojamé “Caerán cual frutas maduras”). Como prueba de buena voluntad, el Inerte ordena a ambas ciudades entregarse sin ofrecer resistencia, para regocijo de la colonia inglesa de Gibraltar (pasacalle de monas y llanitos “Before moros that españoles, where you are going to stop”1). Pero el sultán no logra que el pueblo olvide sus miserias y decide huir hacia adelante apoderándose de las Canarias (folía de los palmeros “Muyayas, preparad las papayas”), mientras Zetapero huye hacia atrás empeñándose en liberar Astaquiestán de la opresión islámica. Lanzada por Mojamé a reconquistar toda Al Ándalus, la morisma cruza el estrecho al grito de “Alá paterah” y, pasando de largo por Gibraltar (cantata “My God, they happen from length, los jodíos por culo!2”) atraviesa el Guadalete (chirigota “Mojamé, caga y vete”) y uno tras otro van cayendo los antiguos dominios musulmanes de la península: la Alhambra, la Mezquita, la Giralda, el Alcázar de Albacete (bis de la chirigota), la Aljafería y Fuentelmoro de Haro. Reprendido por el Sacro Imperio Gabacho-Germánico (bronca “Schuster, sind Sie dumm oder was?3”), Zetapero reacciona pero demasiado tarde. Refugiado con sus incondicionales en la gruta de Covadonga, suplica al señor Santiago que intervenga (concertante “Aunque España nos importa un pijo, sálvanos como en Clavijo”). Con los alfanjes de Mojamé asomando ya por el Repelao, el apóstol se aparece blandiendo una rama de olivo (cavatina “Matamoros fui, mas la espada me quitásteis”) y todos se apresuran a ponerse chilaba y turbante para recibir al victorioso sultán (coro final de baronas y barones “Siempre fuimos berebeeeeres”).
1Antes moors que spanish, dónde vas a parar. 2¡Dios mío, pasan de largo, fucked for ass!
3Zapatero, ¿estás tonto o qué? (Cortesía de la Escuela de Chaductores del Senado)