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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Para llorar

Como ya se ha dicho todo no pensaba ocuparme del último aviso de la euskomafia, escenificado por tres siniestros payasos kukluxklaneros con chapela sentados ante una mesa de las de cuestación con un micro de pega, bajo el logo cutre de la banda criminal y flanqueados, serán tontolabas, por dos banderas tan del Estado español como son las de las C.C.A.A. del País Vasco y Navarra. Pero resulta más forzado no pronunciarse sobre la soflama etarra y sus reacciones que hacerlo, así que ahí va:
1º. ETA sigue existiendo, no se arrepiente de nada, ignora el dolor de sus víctimas, glorifica a sus héroes, no entrega su arsenal, no renuncia a sus objetivos, considera que el “conflicto” continúa y la única novedad respecto a otras treguas es la palabra “definitivo”, referido al cese de la “actividad armada”, su eufemismo por asesinar, que no tengo por qué creerme viniendo de tales tipejos.
2º. Si el texto provoca la habitual repugnancia moral de estos comunicados, algunas reacciones políticas y mediáticas revuelven también las entrañas intelectuales hasta la náusea. Celebrar como un “triunfo de la democracia” que una banda de criminales asegure que no piensa matar más es como calificar de éxito policial que el psicópata asesino en serie más buscado asegure en su última llamada a la comisaría desde una cabina y camuflando la voz que no volverá a hacerlo. Se comprende que aliviaría el miedo de sus potenciales víctimas, pero si continuara por ahí suelto, sólo los ingenuos respirarían tranquilos.
3º. Supurado a un mes de las urnas, es lamentable cómo los grandes partidos están “gestionando” el comunicado. Los unos, poseídos por la euforia de apuntarse el tanto de la “paz” dando por buenos todos los medios utilizados, desde soplos tabernarios a manipulaciones del Tribunal Constitucional para convertir el País Vasco en Bildukistán como paso obligado para que los hijos de la gran ruta sigan pasando su hoja. Los otros, tragándose lo que realmente piensan como frío cálculo preelectoral, evitando regalar a sus emocionados oponentes la acusación de no celebrar el “triunfo de los demócratas” que pudiera mermarles la cosecha electoral de 2011, ahora que promete ser excelente.
4º. Un Estado de Derecho debería continuar luchando contra ETA hasta acabar con ella. Es decir, hasta que no vuelva a ser posible que tres terroristas en capucha de verdugo nos suelten un emético manifiesto que habla de paz, democracia y libertad tras medio siglo de pisotearlas chapoteando en un inmenso charco de sangre.
Si yo fuera padre, hijo o hermano de un asesinado o mutilado por pistoleros etarras jaleados por una chusma legalizada gracias a ellos, creo que llevaría llorando una semana sin parar. Pero no con lágrimas de Rubalcaba, sino de verdad. Y con motivo.

Como ya se ha dicho todo no pensaba ocuparme del último aviso de la euskomafia, escenificado por tres siniestros payasos kukluxklaneros con chapela sentados ante una mesa de las de cuestación con un micro de pega, bajo el logo cutre de la banda criminal y flanqueados, serán tontolabas, por dos banderas tan del Estado español como son las de las C.C.A.A. del País Vasco y Navarra. Pero resulta más forzado no pronunciarse sobre la soflama etarra y sus reacciones que hacerlo, así que ahí va:
1º. ETA sigue existiendo, no se arrepiente de nada, ignora el dolor de sus víctimas, glorifica a sus héroes, no entrega su arsenal, no renuncia a sus objetivos, considera que el “conflicto” continúa y la única novedad respecto a otras treguas es la palabra “definitivo”, referido al cese de la “actividad armada”, su eufemismo por asesinar, que no tengo por qué creerme viniendo de tales tipejos.
2º. Si el texto provoca la habitual repugnancia moral de estos comunicados, algunas reacciones políticas y mediáticas revuelven también las entrañas intelectuales hasta la náusea. Celebrar como un “triunfo de la democracia” que una banda de criminales asegure que no piensa matar más es como calificar de éxito policial que el psicópata asesino en serie más buscado asegure en su última llamada a la comisaría desde una cabina y camuflando la voz que no volverá a hacerlo. Se comprende que aliviaría el miedo de sus potenciales víctimas, pero si continuara por ahí suelto, sólo los ingenuos respirarían tranquilos.
3º. Supurado a un mes de las urnas, es lamentable cómo los grandes partidos están “gestionando” el comunicado. Los unos, poseídos por la euforia de apuntarse el tanto de la “paz” dando por buenos todos los medios utilizados, desde soplos tabernarios a manipulaciones del Tribunal Constitucional para convertir el País Vasco en Bildukistán como paso obligado para que los hijos de la gran ruta sigan pasando su hoja. Los otros, tragándose lo que realmente piensan como frío cálculo preelectoral, evitando regalar a sus emocionados oponentes la acusación de no celebrar el “triunfo de los demócratas” que pudiera mermarles la cosecha electoral de 2011, ahora que promete ser excelente.
4º. Un Estado de Derecho debería continuar luchando contra ETA hasta acabar con ella. Es decir, hasta que no vuelva a ser posible que tres terroristas en capucha de verdugo nos suelten un emético manifiesto que habla de paz, democracia y libertad tras medio siglo de pisotearlas chapoteando en un inmenso charco de sangre.
Si yo fuera padre, hijo o hermano de un asesinado o mutilado por pistoleros etarras jaleados por una chusma legalizada gracias a ellos, creo que llevaría llorando una semana sin parar. Pero no con lágrimas de Rubalcaba, sino de verdad. Y con motivo.
Como ya se ha dicho todo no pensaba ocuparme del último aviso de la euskomafia, escenificado por tres siniestros payasos kukluxklaneros con chapela sentados ante una mesa de las de cuestación con un micro de pega, bajo el logo cutre de la banda criminal y flanqueados, serán tontolabas, por dos banderas tan del Estado español como son las de las C.C.A.A. del País Vasco y Navarra. Pero resulta más forzado no pronunciarse sobre la soflama etarra y sus reacciones que hacerlo, así que ahí va:
1º. ETA sigue existiendo, no se arrepiente de nada, ignora el dolor de sus víctimas, glorifica a sus héroes, no entrega su arsenal, no renuncia a sus objetivos, considera que el “conflicto” continúa y la única novedad respecto a otras treguas es la palabra “definitivo”, referido al cese de la “actividad armada”, su eufemismo por asesinar, que no tengo por qué creerme viniendo de tales tipejos.
2º. Si el texto provoca la habitual repugnancia moral de estos comunicados, algunas reacciones políticas y mediáticas revuelven también las entrañas intelectuales hasta la náusea. Celebrar como un “triunfo de la democracia” que una banda de criminales asegure que no piensa matar más es como calificar de éxito policial que el psicópata asesino en serie más buscado asegure en su última llamada a la comisaría desde una cabina y camuflando la voz que no volverá a hacerlo. Se comprende que aliviaría el miedo de sus potenciales víctimas, pero si continuara por ahí suelto, sólo los ingenuos respirarían tranquilos.
3º. Supurado a un mes de las urnas, es lamentable cómo los grandes partidos están “gestionando” el comunicado. Los unos, poseídos por la euforia de apuntarse el tanto de la “paz” dando por buenos todos los medios utilizados, desde soplos tabernarios a manipulaciones del Tribunal Constitucional para convertir el País Vasco en Bildukistán como paso obligado para que los hijos de la gran ruta sigan pasando su hoja. Los otros, tragándose lo que realmente piensan como frío cálculo preelectoral, evitando regalar a sus emocionados oponentes la acusación de no celebrar el “triunfo de los demócratas” que pudiera mermarles la cosecha electoral de 2011, ahora que promete ser excelente.
4º. Un Estado de Derecho debería continuar luchando contra ETA hasta acabar con ella. Es decir, hasta que no vuelva a ser posible que tres terroristas en capucha de verdugo nos suelten un emético manifiesto que habla de paz, democracia y libertad tras medio siglo de pisotearlas chapoteando en un inmenso charco de sangre.
Si yo fuera padre, hijo o hermano de un asesinado o mutilado por pistoleros etarras jaleados por una chusma legalizada gracias a ellos, creo que llevaría llorando una semana sin parar. Pero no con lágrimas de Rubalcaba, sino de verdad. Y con motivo.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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