Andaba falto de ideas cuando el lunes abrí La Rioja y entre las páginas 6 y 7 descubrí una columna que se escribía sola. La de la izquierda traía una interesante entrevista de Maite Mayayo al bioquímico y neurocientífico logroñés Ignacio Sáez Martínez bajo el titular: “Podemos ver qué zonas del cerebro se activan cuando tomamos una decisión”. Ocupaba casi media página una estupenda foto de Juan Marín que mostraba al Coqui (así le llamamos desde que con mesitos llevó una camiseta con una ranita portorriqueña así llamada) mostrando en su Mac imágenes de un encéfalo humano obtenidas por resonancia magnética. Y es que el cerebro es la pasión de este hijo que ya lleva ocho añazos en los USA (primero en Birmingham, Alabama, luego en Houston, donde nació nuestro nieto Adrián, y actualmente en Roanoke, Virginia, donde a sus treinta y dos años es profesor de investigación en la prestigiosa universidad Virginia Tech y donde en unos meses su no menos brillante esposa Rosi, doctora por la Universidad de Rice, Texas, dará a luz a su hijita. Bueno, dejo de ahuecarme como una gallina clueca. Esta es la cara de la columna.
Y ahora viene la cruz. En la página contigua, bajo el titular “A patadas con los coches” entre dos desoladoras fotos de la animalada, se informaba de la vandálica rotura de retrovisores en una veintena de vehículos aparcados en la calle Múgica durante la madrugada del domingo. Yo, Coqui, ya sé que los científicos buscáis respuestas a difíciles preguntas planteadas, en tu caso por el sistema nervioso central, investigando con rigor durante años. Así que disculpa mi burda hipótesis de huesero practicón, pero dime, ¿qué parte del cerebro de un botarate crees que se puede activar cuando decide romper una fila de coches sin otra gracia que ocasionar disgusto, molestias y gasto a sus inocentes víctimas? ¿La de la perversidad? ¿La imbecilidad profunda? ¿La hijoputez, quizás? ¿O quizá se trate de monstruos anencefálicos que en lugar de sesera transportan en la calavera serrín empapado en alcohol de garrafa? Mira, si te parece voy a seguir el caso y cuando logren detener a alguno (pfff!!, casi hago el sifón con el cafelito) le pido permiso para hacerle un escáne, o algo, y lo mismo descubrimos que se puede salir a la calle e incluso soltar coces sin cerebro y lo publicas en Science sin años de duro trabajo previo. Aunque, no sé, porque si haces mucho currículo igual vuelves un día y, aunque siempre os decimos que es lo que queremos, puede que estéis mejor en esa ciudad en la que nunca cerráis la casa con llave cuando salís y donde puedes dejar el coche aparcado un mes en la calle sin que nadie lo toque. De momento lo dejamos estar, ¿te parece? Besos a los tres. Y acuérdate de que hoy es el cumple de Isolda. (Tú también, Guille).