No es que me oponga a todas las subvenciones con dinero de los impuestos que pagamos los ciudadanos. Pero subvenir significa “venir en auxilio de alguien o acudir a las necesidades de algo”, y la cuestión es saber a quién se socorre y qué necesidades tratan de remediarse con pasta pública entregada a fondo perdido. Así que apoyo las ayudas sociales a personas o colectivos con auténticas necesidades básicas, como pobres, enfermos, discapacitados, dependientes, desempleados o desprotegidos, o especiales en integración, educación, alimentación u otras. Pero siempre rechazaré, y más en tiempos de vacas flacas, las subvenciones públicas a iniciativas u organizaciones que, con afán de lucro (aún peor) o incluso sin él, acuden puntualmente a chupar de las ubres de los presupuestos como si el Estado, o sea los contribuyentes, estuviésemos obligados a alimentarlos gratis. Como soportamos tres administraciones, he aquí sendos ejemplos de “ayudas” en mi opinión inaceptables.
1. Estatal: las millonarias subvenciones a sindicatos y partidos políticos. La reducción del 20% decidida por el nuevo gobierno ha decepcionado a quienes esperábamos que sería del 100%. Lo peor es que a los proetarras de Amaiur les vamos a cotizar 150.000 euros.
2. Autonómica: nuestro gobierno regional se gasta cada año 344.500 euros en promocionar el rioja, lo que incluye organizar degustaciones en el centro de grandes capitales occidentales. Una inversión sin duda rentable para las bodegas, cuyas exportaciones en 2011 crecieron casi un 10% respecto al año anterior ¿Cree usted que nos harán partícipes del éxito a quienes hemos contribuido a él con nuestra renta del trabajo? No digo un reparto de beneficios, pero un mágnum, qué menos.
3. Municipal: el Ayuntamiento de Logroño aportó 150.000 euros al rodaje del filme “Los muertos no se tocan, nene”, cuyos promotores, por las críticas que ha cosechado, podrían haberse aplicado la reprensión dejando descansar en paz el trasnochado guión del gran Azcona. El cine español recibe más ingresos por subvención que por taquilla, pero si fuese al revés, ¿a que tampoco regalarían entradas entre los cotizantes de sus ayudas?
Sólo es una ínfima muestra entre miles de millones, y mientras nuestros rumbosos gobernantes sigan concediendo una sola de estas subvenciones que contribuyen al déficit no deberían subirse ni un céntimo los impuestos. Echar más agua al circuito para mantener la presión sin reparar las fugas (y las subvenciones son sólo una de las grietas) es una chapuza histórica que ningún fontanero de la Moncloa parece dispuesto a reparar de una vez por todas.