Según la Fundación Kovacs (institución científica privada especializada en dolor vertebral), de las ¡960.000! resonancias magnéticas nucleares (RMN) de la columna lumbar que se realizan cada año en España, hasta el 28% -en el caso de dolor no extendido a la pierna- son “injustificadas”. La investigación, efectuada con 602 pacientes explorados en 12 centros públicos y privados de ocho autonomías, concluye: un dispendio de 25 millones de euros (244 de media), más exploraciones inapropiadas en el sector privado (17%, con una demora de 5 días frente al 7% con 36 días de la pública al cabo de los cuales puede desaparecer el dolor de la pierna) y, dado que las RMN revelan hasta lo que no duele, un riesgo disparado (400%) de intervención quirúrgica innecesaria. La publicación ha alborotado el mundillo de la lumbalgia. Mientras los prescriptores rechazan el estudio por sesgado y la patronal médica sermonea con el correcto uso de los recursos frente a los recortes, Kovacs invoca la medicina complaciente o defensiva de los médicos y, maliciosamente, inmorales incentivos a los que trabajan en el sector privado (la gran mayoría de los cuales también lo hacen en el público) como causas de la situación.
Como prescriptor de resonancias opino que la clave del asunto es definir se «inadecuación». ¿Qué es una RMN injustificada? Si que de su realización no derivará una mejora mejoría clínica del paciente, el porcentaje sería del 95%. Porque escuchar y explorar al paciente siguen siendo lo más importante en su diagnóstico y tratamiento, aunque cada vez se confía más en la tecnología que en la experiencia del médico. Pero si el criterio fuese el derecho del paciente a conocer el estado de su columna lumbar (o su rodilla o su cráneo) ante un dolor que le amarga, preocupa o limita, estarían justificadas todas. Es verdad que los médicos solicitamos bastantes pruebas ante la presión de pacientes que no pararán hasta que alguien lo haga (resulta menos penoso cumplimentar la petición que intentar convencer de la inadecuación basada en la evidencia, hacerlo de entrada puede ser lo menos costoso, en el ámbito privado el «para eso pago» tiene más fuerza y la actual doctrina sanitaria define «calidad» como satisfacción del cliente/paciente). O para protegernos de la denuncia por mala práctica al no haber detectado la imagen que provocó la intervención lo más probable inadecuada. Pero nunca por una comisión, como insinúa este experto en tratamientos privados innecesarios (el 98% de las lumbalgias o se curan solas o no tienen cura) que el año pasado recibió un millón de euros públicos para aplicar terapias tan «milagro» como grapar lomos con la misma base científica que el vudú.
Desde la barrera, aquí todos somos Manolete. Por lo menos.