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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

El sistema

Dado que la observación es la base del entendimiento, uno procura examinar con atención las cosas que escapan a su limitada razón. Como, por ejemplo, el «movimiento antisistema». Ante cualquier polémica, mi rudimentario método intelectivo exige comenzar el debate definiendo con exactitud la idea o el hecho objetos de la controversia, ya que a menudo discutimos sobre conceptos que no significan lo mismo para todos. En este caso, me pregunto qué es «el sistema», quiénes son los «antisistema», qué pretenden, cómo y por qué actúan, etc., y al no encontrar respuestas convincentes pongo en marcha mi primitivo proceso analítico observando el comportamiento visible de los individuos llamados «antisistema». Ignoro cómo ejercerán su condición en la intimidad, pero cuando se echan a la calle acostumbran a expresar su actitud antisistémica haciendo mayormente dos cosas: quemar contenedores de basura y romper cajeros automáticos. Podría pensarse que estos elementos urbanos presentes en casi todas las calles son blanco fácil para el bate o la gasofa. Pero no, porque hay más escaparates, bancos (de sentarse) o semáforos y no suelen emprenderla contra ellos. Contenedores y cajeros. Estos son los objetivos favoritos de los opuestos al orden establecido, lo que permite suponer que simbolizan el famoso sistema que pretenden cargarse con violencia. Veamos: un cajero es un depósito lleno de dinero, y un contenedor, de basura. Además de que el primero es la cara de un banco tan expuesta que resulta fácil rompérsela, los billetes que suelta permiten adquirir las cosas cuyo uso genera los desperdicios que arrojamos al contenedor. ¿No será que, para esta gente, la mierda constituye el producto final de un degradante proceso de transformación del dinero?, ¿que ambas cosas son la misma deposición de una sociedad dominada por las leyes de un sistema ferozmente capitalista, materialista e hiperconsumista? En todo caso, quisiera saber cuántos antisistema destrozarían el cajero automático de su barrio, que les dispensa los euros ingresados por su empresa para comprar lo que su familia necesita para tirar otro mes, o le pegarían fuego al contenedor de su acera que les permite desechar cómodamente los desperdicios de tan dura supervivencia. Es decir, si tuvieran un trabajo que les permitiera pagar sus facturas. Si formaran parte de ese denostado sistema contra el que quizá reaccionen con ira por negarles el acceso. Me pregunto, en fin, cuántos antisistema son serán en realidad prosistema frustrados. Porque un auténtico rebelado contra el insoportable orden establecido lo que hace es intentar cambiarlo, pegarse un tiro o ingresar en clausura. No vulgares gamberradas.

 

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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