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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Insectívoros

La misión de la FAO (acrónimo inglés de la Organización para la Alimentación y la Agricultura) es lograr «la seguridad alimentaria para todos y que las personas tengan acceso regular a alimentos de buena calidad que les permitan llevar una vida activa y saludable», a base de «mejorar la nutrición, aumentar la productividad agrícola, elevar el nivel de vida de la población rural y contribuir al crecimiento de la economía mundial». Como resulta que 900 millones de personas (200 de niños) padecen hambre, puede asegurarse que este organismo de la ONU fundado en 1945 bajo el lema Fiat panis («Hágase el pan»), con sede en Roma y mil millones de dólares de presupuesto, lleva casi 70 años fracasando. El despilfarro alimentario de los países desarrollados es tal que sólo con la comida que tiramos a la basura en Europa y Estados Unidos podría alimentarse a toda la población mundial. A pesar de la crisis, España es una de las naciones más derrochadoras de comida (unos 9 millones de toneladas al año, 135 kilos por español, acaban en los contenedores). De modo que la hambruna ya no es, como en otros tiempos, consecuencia de fenómenos naturales sino de un comportamiento absurdo, injusto e insolidario de los seres humanos instalados en la abundancia hacia los atrapados por la escasez.

Bueno, pues la FAO acaba de presentar el informe Insectos comestibles: perspectivas de futuro para la seguridad alimentaria y alimentación para el ganado, en el que recomienda considerar este consumo por ser «una fuente importante y fácilmente accesible de alimentos nutritivos y ricos en proteínas». De hecho, asegura, los insectos  forman parte de la dieta de unos 2.000 millones de personas y poseen un potencial por explotar no solo como alimento sino también como pienso. Los más consumidos, se conoce, son escarabajos, orugas, abejas, avispas, hormigas, grillos y saltamontes, que al parecer contienen más hierro que el chuletón de ternera. Los autores del informe aseguran que no están proponiendo sólo que la gente coma bichejos sino también que sirvan de pienso para el ganado. Me cuesta entender que los muertos de hambre de una aldea somalí, por ejemplo, se dediquen a despiojarse o cazar moscas para alimentar a su vaca en lugar de comérsela, pero los expertos de la FAO sabrán más, claro. Aunque no me los imagino celebrando su genial estrategia de lucha contra el hambre en el tres estrellas romano La Pergola poniéndose morados (a costa del presupuesto) de croquetitas de abejorro, sopa de gusanos de seda, risotto de cucarachas, timbal de escarabajo con tempura de hormiguitas culonas y chinches, y pastelera de huevos de mosca para postre. A que usted tampoco.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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