Los españoles arrastramos fama de alegres, extrovertidos, optimistas… vamos, de gente positiva. Pero nuestro lenguaje coloquial rebosa de expresiones negativas que contradicen el tópico. He aquí un breve muestrario.
Cuando el médico formula a su paciente la pregunta heroica –«¿qué tal está/se encuentra?»–, la mejor respuesta que puede recibir es «a peor no vamos». Con lo poco que costaría «algo mejor», y la ilusión que hace escucharlo. «Podría estar mejor» es otra respuesta típica. Y peor también, seguro. Si al más general «¿cómo te/os va?» los preguntados aseguran que «no nos podemos quejar», en realidad están confesando que les va de bastante a pero que muy bien.
Para reconocer, siempre a regañadientes, alguna cualidad buena de alguien, como por ejemplo su inteligencia, la expresión al uso es: «no, si tonto no es». Dos negaciones para expresar una retorcida afirmación. Además, solemos amortiguar la rara aseveración de la virtud ajena con coletillas imperativas del tipo «hay que reconocer que» o «las cosas como son», o bien neutralizarla envenenando de censura el elogio: «será todo lo (cualidad menor) que se quiera, pero (reproche mayor)».
Nuestra opinión sobre cualquier cosa (una comida, un hotel, una película) que nos haya gustado suele consistir en un «no está mal». Del todo, se entiende. Y cuando transmitimos a alguien nuestras dudas sobre las posibilidades de prosperar su petición o reclamación, las frases de ánimo que solemos recibir son «el no ya lo tienes» o «no tienes nada que perder». La apoteosis de la negatividad la encontramos en una expresión con la que nos dignamos conceder algo de razón a nuestro interlocutor: «no, si no te digo que no». Trío de noes.
Para explorar la posible conformidad de nuestro interlocutor, interrumpimos nuestro juicio con un curioso «¿no (te parece/crees)?» cuando lo suyo sería apoyar la razón de nuestro discurso con el afirmativo. Cuando recibimos una noticia sorprendente o inesperada, pocas veces respondemos: «Ah, ¿sí?» y muchas: «¡No me digas!», «¡No puede ser!» o «No me lo puedo creer». Si le tendremos gusto al adverbio negador que ni para manifestar el quebranto de nuestra salud o de nuestro ánimo somos capaces de utilizar el modo verbal afirmativo: «no estoy/me encuentro bien» se prefiere a «estoy mal»; y, curiosamente, desaprobamos con el afirmativo «¡faltaría más!» y concedemos con su negativo: «No faltaba/faltaría más». El caso es dar el no por respuesta.
No me digan que no somos negativos.