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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Toda una vida

En la noche oscura de tal día como hoy, hace cuarenta años, servidor montaba guardia en una garita de la base militar de Araca (Álava). Con una mano sujetaba el CETME (fusil de asalto del ejército español) y con la otra un transistor pasado de Andorra, pendiente del parte del célebre «equipo médico habitual» que nos mantenía en vilo. En virtud de la fórmula resultante de sumar las fechas de inicio y final de la última guerra civil española: (18-07-36) + (01-04-39) = 19-11-75, aquel día debería finalizar el despiadado encarnizamiento terapéutico al que estaban sometiendo a los restos cuasimortales del Generalísimo. Pero el miércoles 19 de noviembre se acababa y Franco, desafiando a su destino, seguía oficialmente vivo. Los sorches no queríamos que los médicos de La Paz le arrancaran tubos, sondas y cables hasta la jura de bandera pocas semanas después, porque un sargento chusquero no paraba de acojonarnos con que en cuanto palmara el Caudillo se armaría la de Dios, que nos sacarían con los tanques por Vitoria, y nosotros sólo queríamos besar el trapo y volver a casa por Navidad. Pero según otra leyenda el dictador debía morir en la misma fecha que José Antonio Primo de Rivera, fusilado en la cárcel el 20 de noviembre de 1936, y en efecto al día siguiente el EMH le cortó el suministro de vida artificial a la piltrafa en que se había convertido el militar que había sojuzgado a España durante cuarenta años. Aquel apagado de los aparatos de la UCI sí que fue una desconexión de España y no lo que pretenden estos catalanes insurgentes de salón.

Cuando el jueves 20 por la mañana escuchamos al presidente Arias Navarro gimotear anunciando el óbito se nos puso un nudo en la garganta de indudable procedencia genital. ¿Y ahora, qué va a pasar?, nos preguntábamos angustiados sin que nadie pudiera respondernos. No creo que vuelva a vivir un momento de incertidumbre política tan preocupante como la de aquellos días en los que, como es sabido, no pasó absolutamente nada salvo que nos mandaron a todos a casa con unos días de permiso. No sé qué ocurrirá con Cataluña o el próximo 20-D, pero después de aquel 20-N de 1975 ni el vaticinio más agorero podrá ya inquietarme, porque ninguno de mis éxitos, fracasos, errores o aciertos han sido mérito o culpa de régimen, administración, gobierno o partido alguno, sino exclusivamente míos. Las únicas elecciones trascendentales son las que uno decide en su vida, así que servidor lo tuvo fácil porque «el que en casarse acierta, en nada yerra». Y en la fría soledad de su garita, hoy hace cuarenta años, aquel recluta asustado sólo pensaba en volver, «no importa en qué forma, ni dónde ni cómo», junto a la compañera de curso que ya es la abuela de sus nietos. Cuarenta años. Toda una vida.

 

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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