Los lectores de cierta edad recordarán la americana de pana con la que Isidoro, el joven líder clandestino de un partido marxista, se encarnó como Felipe González puño en alto. Fue la chaqueta con la que bajó por la puerta de clase turista del avión donde había viajado en primera y la que vestía el modesto abogado laboralista con lo puesto que ganó las elecciones de 1982 con un lema: PSOE, 100 años de honradez, en plena vigencia cuando abandonó el poder catorce años después, rico y con un lujoso patrimonio que no pudo salir del sueldo y nunca será investigado.

Inevitable comparar la pana de Isidoro con el descamise de Pablo, última edición del mítico «cambio de progreso» que prometió González hace 35 años. A mi juicio ambos son gestos o guiños equivocados: la pana era entonces el tejido pueblerino por excelencia como la coleta y la camisa por fuera de los vaqueros es hoy look de contestatario de facultad, pero ni el español medio de 1980 era un paleto endomingado ni el de 2015 un estudiante asambleario.

La estrafalaria cabalgata de Reyes de Madrid ha mostrado que el afán de la nueva izquierda por romper con lo establecido sólo es un cambio de imagen, un queremos pero no podemos, más que gestos, muecas grotescas. Si existieron, los Magos ni fueron reyes, ni tres, ni uno era negro, ni tenían nombre y no lucirían manto de armiño pero menos aún modelitos de Ágata Ruiz de la Prada, así que o los quitas del todo o los dejas como pretende una tradición de profundas raíces populares, que no populistas. Ya verán como si estos llegan a gobernar no tendrán agallas para laicizar el país de una santa vez eliminando días festivos nacionales conmemorativos de festividades católicas. Incapaces de sacudirle la religión al Estado, se conformarán con ofenderla o caricaturizarla. Contentos si el próximo año no desfilan tres reinonas con sus pajas.

Hablando de tradicionalismo, se entiende la indignación de los papás por la vergüenza intolerable de que los sosias de SSMM no llegasen a Las Gaunas en helicóptero cuando, como es sabido, los auténticos aterrizaron en Belén en autogiros repletos de muñecas habladoras, naves intergalácticas, playmóviles, pinypones, legos, teléfonos y consolas para los niños galileos. Los numeritos de ayer en el Congreso y la optimista promesa de Iglesias de que ellos proporcionarán a los diputados mochilas en lugar de carteras son los penúltimos visajes de estos pseudoprogres, aunque sin duda sería más cómodo para transportar el ordenador portátil, el esmarfón y la tableta que sus señorías disfrutan a costa de los mismos contribuyentes que apoquinamos el milloncito de euros más que Podemos pretende sacar troceándose en varios grupos parlamentarios. Pertenecer al selecto club de la Casta sale caro y la financiación irregular es el pecado original de todos sus miembros.