Recorriendo los Monegros aragoneses por carretera se atraviesa la línea imaginaria del meridiano de Greenwich del que parten los 24 husos horarios, doce hacia el este y doce hacia el oeste, en que se divide el globo terráqueo. Si miran el mapa comprobarán que toda la península Ibérica salvo Cataluña cae al oeste de Greenwich, como el Reino Unido, Portugal y las Canarias, de modo que éste es el huso horario que nos corresponde. Es un sinsentido que tengamos la misma hora que Hungría o Polonia y una más que Inglaterra, Portugal, Marruecos y desde luego Canarias.
Nuestro desfase horario se debe a que en marzo de 1940 el régimen franquista decidió implantar en España la misma hora que la Alemania nazi y la Italia fascista y desde entonces vamos una hora por delante del tiempo solar en el horario de invierno (de octubre a marzo) y, con esta gaita del cambio de hora, dos en el de verano (de abril a septiembre). Las consecuencias de esta anomalía horaria son de índole variada. Los expertos aseguran que puede producir mala calidad del sueño y aumento de la fatiga y el estrés, alteraciones del humor, aumento del fracaso escolar, bajada del estado de ánimo, dolores de cabeza, nerviosismo, irritabilidad, molestias digestivas, etc. Lo indudable es que levantarse tan tarde con respecto a la luz solar condiciona jornadas de trabajo demasiado largas o partidas en dos que dificultan la conciliación de las vidas laboral y familiar, reducen la eficiencia y la productividad en las empresas y fijan unos horarios de comidas de tardanza única en el mundo. En consecuencia, los comercios y oficinas abren y cierran tarde, arrastrando a los espectáculos y la hostelería hasta la medianoche, los días se hacen interminables y las televisiones programan sus mejores espacios tardísimo creando un perverso círculo vicioso: se programa tarde porque se cena tarde porque se programa tarde. El resultado es que el español es un trasnochador cuya mala calidad del sueño repercute negativamente en todo lo que hace durante una jornada regida por costumbres horarias absurdas.
La Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles reivindica siempre que no se cambie la hora, pero ello es obligatorio en la Unión Europea. Lo que sí puede decidir España es volver al huso del que nos sacó la dictadura franquista (a ver esa memoria histórica). Dicen que los menos interesados son los canarios, encantados con la machacona publicidad gratuita del «una hora menos en Canarias», pero eso se arregla fácil: «son las cuatro, la misma hora en Canarias». Aunque ya lo veo venir con claridad meridiana: « Són les cinc, una hora menys a Espanya». O la psicoanalítica ilusión de ser ellos los que nos roban, siquiera una hora imaginaria.