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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Curiosidades dactilares

Siempre están ahí, haciendo de las suyas a diestro y siniestro. Cinco apéndices articulados muy parecidos pero con sus peculiaridades. Son los dedos de la mano.

Empecemos por el benjamín, el meñique, palabra cruzada entre el portugués menino (pequeño) y el francés antiguo margariz (traidor). Lo llaman «auricular» porque su reducido calibre le permite desatascar con holgura el oído externo. Dejarse la uña larga del dedito que compró el huevo ha ofrecido utilidades como desliar envoltorios, rascar puertas en escarceos furtivos, dosificar la coca a modo de cucharita, desgarrar yugulares (como Fu-Manchú) o tocar mejor el sitar.

Su vecino se llama anular por acoger el anillo nupcial, pues se creía que una vena lo comunicaba directamente con el corazón, esa frágil víscera del amor. Estudios aseguran que los varones que lo tienen más largo que el índice son más atractivos y alcanzan mayor éxito, y tenerlo más corto es propio de líderes, independientes y seguros de sí mismas. El anular femenino suele ser más corto.

La mayor utilidad del dedo más largo, llamado medio, cordal o del corazón, es realizar la ofensa gestual conocida como peineta, mostrándolo bien tieso con los demás flexionados. Hoy se considera un gesto obsceno, pero en la guerra de los Treinta Años se lo amputaban a los prisioneros para inhabilitarlos como arqueros, así que los vencedores de una batalla lo mostraban enhiesto a sus enemigos en señal de recochineo.

El índice (de index, indicador) es el dedo ideal para señalar en general y designar o nombrar a dedo en particular. Comparte con el meñique la duplicidad de tendones extensores, ausente en los demás, lo que les permite estirarse con facilidad mientras anular y corazón se flexionan al realizar el gesto de la mano cornuda. Su privilegiada ubicación lo convierte en el preferido para hurgarse las fosas nasales pero también sirve como anemómetro, termómetro, pulsador universal, inspector de limpieza y explorador  rectal.

Finalizamos con el gordito que se comió el huevo. El pulgar. Su nombre no deriva de las pulgas que aplastaría, sino de «polleo», ser poderoso. Pues aunque más corto (solo contiene dos falanges) es más fuerte que los otros cuatro y el único que se les puede oponer, tocar sus yemas y protegerse en su regazo. Auténtico motor de la evolución y de progreso humano, el pulgar es el dedo de la inteligencia que ha permitido al homo sapiens asir, escribir, pintar, tañer, aprobar o condenar. Hoy sirve mayormente para jugar a la consola, guasapear, capturar pokemones y poco más.

Como última curiosidad, pruebe a contar con los dedos de una mano sus amigos de verdad. A que le sobran.

 

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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