Esto de la gripe aviaria lleva camino de convertirse en una de esas pandemias de estupidez humana que se originan en la irracionalidad, se transmiten a través de los medios de comunicación y provocan una reacción patológica en las autoridades de consecuencias incalculables. Hace unas semanas conocimos un suceso estremecedor ocurrido en esta ciudad: el descubrimiento de un cadáver en un contenedor. Pertenecía a un varón de 45 años de origen rumano que había recalado en Logroño procedente de Portugal y que trabajaba como albañil mientras trataba de arreglar sus papeles. El asunto fue noticia casi de un día y ya está olvidado. Es tremendo que cualquier ser humano acabe sus días como auténtica basura, pero que fuese un obrero migratorio añade patetismo y vergüenza al drama. Pues bien, poco después apareció muerto un pajarraco migratorio en la ribera del Tirón y se armó la de Dios: primera noticia de los boletines, titulares a cinco columnas, alarma social, movilización gubernamental y tendencia a la baja del pollo al ajillo en la cotización doméstica. Da igual que el riesgo de contraer la enfermedad sea remota, mucho menor que el de otras que nos trabajamos a conciencia, como la cardiovascular y el cáncer o el accidente mortal. Pero la noticia manda y los medios llevaban semanas tratando de ponernos nerviosos comunicando casos de aves muertas, angustiosamente más cercanos cada día: China, India, Turquía, Alemania, Pamplona, Anguciana. La realidad es que sólo un puñado de individuos han muerto en todo un mundo donde a diario perecen miles de personas (ancianos, mujeres y niños primero, como en los naufragios) víctimas de una hambruna desconocida en Occidente, de enfermedades erradicadas hace decenios en Occidente, de aludes de lodo impensables en Occidente o de matanzas guerreras y genocidios de los que Occidente parece (parece sólo) haber escarmentado. Y mientras la mayor parte de la Humanidad malvive y malmuere en ese gigantesco y miserable basurero infectocontagioso que es la mayor parte del planeta que no es Occidente, en Occidente nos gastamos millonadas en luchar contra vacas locas y pavos griposos que nadie ha visto. Claro que a los negritos sucumbiendo de hambre o de malaria o de machete tampoco los vemos nunca. Los informativos están demasiado ocupados retransmitiendo exterminios de aves de granja que ningún occidental comerá por miedo a enfermar. Vano empeño: es nuestra opulenta, paranoica e insolidaria sociedad entera la que está enferma. Muy enferma.