Que nadie sabe cuál es el valor real que el banco tiene. Esa es la razón que explica el violento castigo al que están siendo sometidas las acciones del banco en la Bolsa.
El precio de los títulos de las empresas que cotizan es una correlación proporcional del valor de la compañía. La cuestión es que cuando esos títulos comienzan a negociarse en el mercado, el precio ya no depende de la compañía, sino de lo que diga el mercado (el juego de la oferta y la demanda).
¿Y qué es lo que está diciendo el mercado, más bien gritando casi en el límite con la afonía? Que no se cree las cifras sobre las que se cimentó el grupo bancario y que la nacionalización del grupo, a pesar de que debería ser suficiente garantía para tranquilizar los ánimos, tampoco le sosiega.
Eso es lo que ha llevado a los títulos del Bankia al borde del precipicio. El desplome fue ayer tan brutal que, por momentos, se temió que el valor de las acciones cayera hasta el euro. Finalmente la hemorragia se cortó, sin que fuera necesario que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (el organismo dependiente del Ministerio de Economía encargado de supervisar los mercados de valores en España) suspendiera la cotización del banco.
Por tanto, es fundamental que los nuevos gestores de BFA-Bankia hagan cuanto antes el arqueo real de la caja, ajustando el valor de sus activos al precio actual del mercado. También es imprescindible que haya transparencia. La falta de información sólo contribuirá a acelerar el deterioro de imagen y de crédito que está sufriendo el banco.
Y en el caso de La Rioja, no estaría nada mal que los gestores de Bankia diesen explicaciones públicas de la situación. Remitir al gabinete de comunicación del grupo en Madrid puede saciar los requerimientos que le hacen los medios de comunicación, pero dudosamente tranquilizará a sus clientes. Clientes acostumbrados a una entidad cercana. De la tierra. La Caja de toda la vida, vamos.