El ministro de Interior ha tirado en los últimos días de argumentos racionales para justificar su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo: este tipo de unión no garantiza la pervivencia de la especie humana. Buscando otros atajos conceptuales para sortear premisas confesionales también podía haber echado mano de uno de los principios básicos de la física: los polos iguales se repelen, los polos diferentes se atraen. No cayó en la cuenta. O, quizás sí, pero decidió reservar este axioma para cuando a lo largo de los próximos días tenga que excursionar por los medios de comunicación para defender su postura.
Porque, efectivamente, el lobby gay está despedazando a Jorge Fernández Díaz: reaccionario, excluyente, extremista católico, retrógrado y, por supuesto, el apelativo que no puede faltar cuando en España se quiere insultar con fundamento: facha.
No seré yo quien dispare con pólvora del rey para alentar irresponsablemente una pirotecnia dialéctica mortificante que se irá consumiendo por sí sola.
Para lo que quiero aprovechar este precioso espacio es para reivindicar acciones decididas que contribuyan a garantizar la pervivencia de la población española. En la medida en la que las mujeres sigamos sufriendo el estigma de que somos un ‘problema’ laboral porque nos embarazamos, parimos, damos el pecho y tenemos una cuota de responsabilidad mayor que los hombres en el cuidado de los hijos, la decisión de traer españoles al mundo seguirá amenazada. Por razones más económicas que de otra índole (los niños de hoy son los contribuyentes de mañana), hace años que los países más avanzados pusieron los mimbres legislativos, educativos y sociales necesarios para proteger la natalidad. Ya ve don Jorge, para garantizar la pervivencia de la especie.