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María José González

El Tragablog

“La sensación de haber fracasado es espantosa”

 

La familia Grillo Álvarez ejemplifica la terrible experiencia de muchos inmigrantes que vuelven a sus países tras hacerse añicos el «sueño riojano». Silvia y Gabriel atendieron mi llamada con suma amabilidad y desde aquí quiero agradecerles a ambos que aceptasen compartir su historia conmigo y con todos los lectores de Diario LA RIOJA. El reportaje se publicó el pasado domingo. Ahí va:

No pudieron más. Sin trabajo, embargados, con una ejecución hipotecaria sobre sus hombros y sin ninguna esperanza de remontar, en navidades hicieron las maletas y el 13 de enero ya estaban de vuelta en Argentina, en concreto en Remedios de Escalada, municipio situado al sur de la provincia de Buenos Aires. Atrás dejaban diez años de vida en Calahorra.

El primero en llegar a La Rioja fue Gabriel Grillo, en el 2003. Vino directamente a La Rioja Baja donde ya residían su hermana y su cuñado. El padre de familia encontró «rápido» trabajo en «una agencia de coches» y en el 2004 pudo traer a su mujer, Silvia Álvarez, y a sus dos hijos: una bebé de año y medio, y un muchachito de ocho años. Silvia comenzó a trabajar en una gasolinera. Por fin, el sueño de prosperar y de disfrutar de una vida mejor que les negaba su país comenzaba a cuajar.

Con la estabilidad de tener empleo los dos (Gabriel pasó a trabajar en una empresa cerámica y Silvia fue contratada en un supermercado) se pudieron comprar una vivienda por la que abonaban 500 euros al mes. Las cuotas se fueron encareciendo «y terminamos pagando mil euros al mes», explica Silvia en conversación telefónica con Diario LA RIOJA.

Los problemas comenzaron hace tres años. Gabriel, que era voluntario en Cáritas desde su llegada a La Rioja, perdió el trabajo y «empezó a enviar currículos a todos los sitios que ‘vos’ puedas imaginar, pero todo estaba muy complicado». «Con mi sueldo era imposible pagar la hipoteca e intentamos hablar con el banco, pero no nos dieron ninguna posibilidad», recuerda. Entregaron las llaves de su piso «sin esperar a que nos «sacaran» por orden judicial y, por suerte, encontramos a gente muy buena que nos echó una mano enorme». Así fueron «tirando, muy difícilmente», pues una parte de la nómina de Silvia estaba embargada para resarcir la deuda contraída con el banco. Así que Cáritas, a la que hasta entonces habían ayudado, pasó a ayudarles a ellos: «Nos gusta más ayudar a que nos ayuden, pero…»

La situación, de por sí angustiosa, se tornó insoportable a partir de agosto del año pasado. Silvia perdió el empleo y la decisión de volver a Argentina, «donde con mi mamá no nos iba a faltar un plato de comida para nuestros hijos», se precipitó.

El sentimiento de fracaso, el amargor de volver de España con las manos vacías fue «espantoso». O no tan vacías… porque «hemos conocido gente espectacular, gente muy afectuosa, gente increíble». «Eso es lo que nos hemos llevado de La Rioja», concluye agradecida en su despedida.

 

 

 

Sobre el autor

María José González Galindo. Bilbao. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco (UPV). Periodista de Diario LA RIOJA desde 1991. Redactora de Local en las áreas de Economía, Infraestructuras y Laboral.


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