Más allá del ‘siete’ que el cierre de Altadis le hará al PIB riojano –que ya es agujero, ya–, el mazazo social de la multinacional está provocando que el ser humano saque lo peor de sí mismo. Sólo con leer los comentarios que los internautas dejaron los últimos días en larioja.com sobre la decisión de la empresa de ejecutar el cierre conforme a las condiciones de la reforma laboral se demuestra el envilecimiento al que podemos llegar los lobos bípedos.
Al amparo del anonimato cómplice que facilita Internet, algunas críticas rozaron la crueldad: como estos de Tabacalera han gozado de envidiables condiciones laborales y sociales durante años, ahora, que se jodan. O revanchistas: ¿dónde estaban estos tíos cuando otras grandes empresas echaban el cerrojo?
Pero lo más amargo no es lo de estos bravucones digitales de incógnito, cobardes en la vida real. Pusilánimes que en el cara a cara no se atreven ni a mantener la mirada. Lo ciertamente desconsolador es escuchar el «que se jodan» de viva voz a extrabajadores de Altadis, con el lomo más que cubierto. ¿A mí que me cuentas? Que se busquen la vida. Yo lo he oído. Que no me lo han contado.
Por suerte son infinitamente más los jubilados o prejubilados que en esta pesadilla gestada en Londres se han solidarizado desde el minuto uno con sus antiguos compañeros. A muchos de ellos también les he observado dolidos y consternados. Así que aún se puede confiar en nuestra especie. Por lo menos nos mantenemos al nivel de los monos. Pero, claro, la fraternidad llama menos la atención que el egoísmo y la ingratitud de los indolentes que observan la desgracia de sus cercanos con indiferencia, desprecio y desconsideración. Comportamientos injustos que delatan que todavía lo hay con la bestia dentro.