¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, se dolía sobre el asfalto mojado. La moto derrapó y se le vino encima, machacando su tobillo como quien desmiga una teta de pan.
La ambulancia tardó, me contó, pero a quién no se le hace eterno el tiempo en una de esas, pensé. Cuando por fin llegaron los sanitarios, se lo llevaron al Hospital San Pedro. ¡Niiinaaa! ‘Niiinaaa! Y empezó su desventura.
Que no, que aquí no puede ser, llevárselo a Los Manzanos. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Pero ¿qué coño pasa? ¡Y qué sabemos nosotros! ¡Hala! ¡Todo el mundo adentro! ¡Niiinaaa! ¡Niiinaaa!
Por fin se presentan en la clínica. ¿Aquí? No, no, tampoco. ¡Pues a mí, ¡Ay! ¡Ay! ‘Ay! , no de dais más vueltas! Vale, vale, aquí te quedas chato.
Placas. Ufff… Esto hay que operar. Mañana a la diez. Un chute de calmantes ayuda a pasar la noche.
Y la noche pasa y llega el día. A las diez vienen las enfermeras para bajarle a la ‘ferretería’: tornillos, placas metálicas, yeso… De pronto, una administrativa da la orden de parar: no podemos. ¡¿Cómo?! No, hasta que tu seguro nos mande un documento que garantice que asume los gastos. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¿Y tardará mucho? No creo.
Y nos dieron las once, las doce, la una y las dos. Felizmente, el papel en cuestión llegó. ¡Rápido! ¡Al quirófano! Veinte minutos después lo suben. ¿Pero qué haces aquí? Nada, que no me pueden operar. ¡¿Qué?! ¡Si lo decían las radiografías de anoche! Pues las que me han hecho ahora aconsejan lo contrario. El desengaño y la frustración se apoderan de todos.
Pero, sí, al final sí hubo operación. ¿En el San Pedro?… Nooooo. ¿En Los Manzanos?… Tampoooco. ¿Dónde entonces? En un centro intermutual de Bilbao, seis días después de sufrir el accidente.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Qué dolor de sanidad a tres bandas.