A 8.444 electores socialistas de Ponferrada, ocho bandoleros les han robado sus votos, apropiándose de las actas de concejal conseguidas en las últimas elecciones municipales al amparo de las siglas del PSOE. Es el segundo asalto que cometen los mismos malhechores en menos de 48 horas: el viernes, con menos sentido de la oportunidad que los animales de carga, desalojaron al PP de la Alcaldía leonesa apoyándose en un condenado por acoso sexual. Qué indecencia, qué ignominia, para un partido que hace de la mujer una de sus causas principales.
Entre el domingo y el lunes tuve la oportunidad de conversar con varios militantes del PSOE. Quise conocer cuáles eran sus posiciones, y el diagnóstico fue unánime: el partido se ha vuelto loco, cada uno hace lo que le viene en gana y, en lugar de explotar el maná Bárcenas para precipitar la caída de Rajoy, parecen empeñados en consumar un suicidio colectivo. El PSOE es el propio enemigo del PSOE.
Comparto con ellos esas reflexiones y, además, añado que el partido necesita una regeneración. Pero, claro. Para refundar un colectivo, lo mismo me da una formación política que un club de fútbol o que una asociación de aficionados a la petanca, se necesita un liderazgo fuerte, respetado y ordenado. Y Rubalcaba, con todo lo que supone dentro del PSOE apellidarse Rubalcaba, no lo ha podido ejercer. De eso se han encargado, sembrando el campo de minas, gentes de peso como Navarro, Chacón, Gómez o Griñán, que van dándose el relevo para moler al secretario general.
Lo calamitoso es que el penúltimo acto de desagravio llegue de ocho concejales de Ponferrada, el flanco más modesto de la política, sobre todo, para el que lo ha sido todo en política y debe decidir si quiere seguir siéndolo.