El título, el autor o la portada de un libro son los elementos en los que más nos fijamos a la hora de decidir si lo compramos o no, pero hay un cuarto ingrediente tanto o más importante en el que, quizá, no hacemos tanto incapié: el traductor. Y es que aunque sus nombres aparezcan en minúsculas, su trabajo es decisivo para el prestigio de una obra. Por esta labor y otras cuestiones literarias preguntamos a Raquel Vicedo, que ha traducido a autores como Kingsley Amis, Mark Twain o Rohan O´Grady.
“En un mundo ideal, ante varias ediciones de una obra, el lector se fijaría en quién es el traductor de un libro para elegir cuál adquirir”
– ¿Crees que se valora adecuadamente el trabajo de los traductores?
Creo que se ha avanzado bastante en los últimos años. Hasta hace bien poco, el trabajo de los traductores literarios no era reconocido, a veces ni siquiera mencionado, y ahora cada vez más eso se está subsanando. Sin embargo, hay un gran camino que recorrer. En un mundo ideal, ante varias ediciones de una obra, el lector se fijaría en quién es el traductor de un libro para elegir cuál adquirir. Comprendo bien las dificultades que eso entraña, pero lo cierto es que en ocasiones es la diferencia entre amar un libro u odiarlo. Las tarifas de traducción (sobre todo de literaria), también son otro campo en el que queda mucho por reivindicar.
– ¿Qué crees que es lo más complicado de traducir un libro?
Sin duda, dar con el tono del libro. Una vez que has entrado en él, sólo hay que ser respetuoso con el autor y con el lector. El traductor es un facilitador, un médium. No hay mayor pecado para el traductor que desear tener un rol protagonista. El buen traductor pasa desapercibido.
– Además de traducir, ¿te has planteado escribir un libro propio?
No lo descarto en el futuro, pero no es algo que ahora mismo sea una prioridad. Tengo otros proyectos en mente que ahora mismo me resultan más interesantes.
“El soporte digital es práctico y muy útil para determinadas circunstancias, pero el libro impreso tiene un valor simbólico que permanecerá”
– De las obras que has traducido, ¿de cuáles te sientes especialmente orgullosa?
Tengo la suerte de poder escoger las obras que traduzco, así que no hay ninguna que no me interesara o pareciera un reto traducir cuando me puse a ello. Sin embargo, me siento especialmente orgullosa de los CUENTOS COMPLETOS de Kingsley Amis (Editorial Impedimenta), tanto por la responsabilidad que entraña traducir a un autor de esa envergadura, como por el hecho de que el libro abarque su obra breve completa (con la dificultad de que su estilo varía y se matiza a lo largo de su vida), sin dejar a un lado la longitud de la obra, casi 600 páginas (no siempre es fácil mantener el entusiasmo cuando un proyecto se extiende tanto en el tiempo).
– ¿Crees que el papel acabará desapareciendo como algunas voces pronostican?
Personalmente, no lo creo. El soporte digital es práctico y muy útil para determinadas circunstancias, pero el libro impreso tiene un valor simbólico que permanecerá. Ambos pueden convivir perfectamente y así debe ser. Tomemos lo mejor de ambos y utilicémoslos de forma conveniente. Para mí, lo importante es que se lea, no cómo.
– ¿Qué crees que hace falta para que un libro se publique?
Supongo que depende del editor y de la editorial. En el caso de Sexto Piso, la prioridad es que tenga una alta calidad literaria. Si además tiene cierto potencial comercial, mejor que mejor. También es importante recuperar determinadas obras o a autores que, o bien nunca han llegado al lector en español, o bien quedaron relegados al olvido hace tiempo.
– A la hora de publicar, ¿prima más la creatividad o la comercialidad del libro?
A la hora de publicar, para nosotros lo más importante es que el libro nos guste y guarde coherencia con nuestros criterios editoriales, que encaje dentro de nuestro catálogo. El catálogo de un editor es su ADN, un reflejo de su espíritu. Uno tiene que serle fiel a su espíritu.
“Adoro las historias de personas normales a las que les ocurren cosas normales que las cambian por dentro”
– ¿Cómo ves la industria editorial en la actualidad?
La industria editorial en nuestro país claramente no goza del esplendor que ha experimentado en otras épocas y, aunque poco a poco está recuperando parte del vigor que la había abandonado, no creo que nunca volvamos al punto en el que estaba. Es obvio que nuestros hábitos de vida han cambiado, y bastante ingenuo pensar que el tiempo dedicado a la lectura no va a dividirse para incluir también a los videojuegos, a la televisión y formas derivadas o a las redes sociales. Creo que la cuestión clave es dar con tu lector tipo, y ofrecerle lecturas que aprecie y disfrute, establecer con él una relación de confianza que lo anime a apostar por ti frente a otras alternativas.
– Personalmente, ¿qué tiene que tener un libro para que te llegue?
Nada rocambolesco o extraordinario. Adoro las historias de personas normales a las que les ocurren cosas normales que las cambian por dentro. Cosas que no necesariamente se dicen de manera explícita, pero que se intuyen, se perciben y tras las cuales nada vuelve a ser nunca igual.
– ¿En qué proyectos estas trabajando actualmente?
Como traductora, actualmente estoy terminando una traducción para Tres Hermanas, un sello de ficción que acaba de inaugurarse bajo el auspicio de la editorial Sílex. Se trata de EL JARDÍN SUSPENDIDO, de Patrick White, el único Premio Nobel australiano de Literatura. Es un libro extremadamente hermoso, aunque también es desgarrador, y por el uso que el escritor hace del lenguaje, una verdadera delicia para un traductor. El texto te bambolea a su antojo y a mí, personalmente, me encanta esa sensación de ir a la deriva. Odio que un texto sea previsible, tanto en su forma como en su contenido. Como editora, junto con el resto del equipo de Sexto Piso, estoy dando los últimos toques a los libros del catálogo de Invierno y sigo trabajando en lo que queda del 2016, un plan que hace bastante tiempo que está cerrado. Y leo y leo sin parar.