“- Tiene que ser real el mesianismo para que alguna vez surja un mesías, porque primero se crea la mitología y más tarde llega el héroe”
Si algo demuestra el paso del tiempo es que la historia se repite. Basta con pensar en las revoluciones sociales, que, con mayor o menor éxito, siguen un mismo patrón. Todo comienza con una semilla de disconformidad que se cultiva, riega, y crece, pudiendo a partir de entonces podarse, arrancarse, fijarse, acomodarse o pudrirse. Jorge Carrión narra este proceso en ‘Los difuntos’, un relato publicado por Aristas Martínez a modo de epílogo de su trilogía ‘Los muertos’, ‘Los huérfanos’ y ‘Los turistas’.
Ambientada en un pasado futurista, el libro narra el auge y caída de un hombre revolucionario en la ciudad de Nueva York. Materializado desnudo en un callejón, es vendido como esclavo a un adinerado empresario, una clase social contra la que inicia una lucha junto con otros ‘nuevos’. Como un mito griego, Carrión relata una historia filosófica aderezada por una estética steampunk, western y circense bellamente plasmada en las ilustraciones de Gelsius Pictor que contienen sus páginas.
Éstas forman parte de la cuidadísima edición del libro, cuya caligrafía mecanográfica, papel de alto gramaje y detalles vintage introducen al lector en el mundo descrito, que no se aleja mucho del real. A ello también contribuyen las cinematográficas descripciones de escenarios y personajes realizadas por Carrión, que permiten imaginar cada escena con la claridad con la que se plasma en una película.
El protagonista se debate entre Dionisio y Apolíneo, dos nombres que representan conceptos tan opuestos como la luz y la oscuridad. En esta división se plasma la hipocresía y contradicción inherente al ser humano, dos características impermisibles en el líder que aspira a ser, por lo que, intentando crear una revolución anticapitalista, forma su propio imperio basado en la Fe que repudiaba.
Dividido en tres partes: ‘Baile de máscaras’, ‘El santuario y el exilio’ y ‘Final’, el relato deviene en ensayo sobre la falsedad de las leyendas, la trampa de la memoria y la debilidad del ser humano. La historia sirve de pretexto para incitar a la reflexión más allá de los hechos que narra. Con una prosa que intercala la sencillez de una fábula y la intensidad de un ensayo filosófico, el libro recoge ambos géneros con moraleja final. Una ambición literaria que llega a buen puerto gracias a su brevedad, tanto en el relato conjunto como en sus distintos episodios, que van al grano de la trama y de las cuestiones planteadas. Cuya resolución corresponde pensar al lector.