Hace seis años, el escritor valenciano Guilem López comenzó a compartir su mundo fantástico con la publicación de ‘La guerra por el norte’ (Editorial Grupo AJEC), un género que se resiste a abandonar. No parece tener motivos para hacerlo, su penúltima novela ‘Challenger’, publicada el año pasado por Aristas Martínez, ha sido recientemente galardonada con el Premio Kevin 505. Por este reconocimiento, su carrera, tatuajes, y su última publicación ‘La polilla en la casa del humo’ (Aristas Martínez, 2016) le pregunto en esta entrevista:
– Te defines como un escritor de fantasía pero, ¿tienes pensado explorar otros géneros?
De ninguna manera. Bajo ningún concepto. Nunca jamás. Aparearlos, quizá. Como forma de evitar la endogamia, eso es todo.
-¿Cúando pensaste que podrías dedicarte a escribir novelas profesionalmente?
No lo he pensado nunca. Lo mantengo en mi lista de “cosas muy muy locas”. Para empezar, en España padecemos un grave problema de profesionalización de la escritura. Con los márgenes en que nos movemos, las tiradas y sin apoyo institucional, nadie hoy en día puede dedicarse a escribir novelas en el país en que nadie lee. El tanto por ciento de escritores que vive de ello no llega al uno por ciento del total. Sin embargo, sí puede, como hacemos todos, tener dos trabajos, dar talleres, ejercer de lector editorial, corrector de manuscritos, dar charlas y, antes de un reparador descanso de dos o tres horas, ponerse a escribir un rato. Eso no es una profesión. Todavía no le han puesto nombre. Cuando lo hagan elegiran una palabra del diccionario que caiga a media distancia entre “cretinismo” y “patología”. No se me ocurre otra razón que pueda explicar el motivo real por el que alguien roba tiempo a su familia, al ocio, a la diversión en general, y lo dedica a encerrarse en un cuartucho y devanarse los sesos para teclear una obra que nunca será maestra y que no pasará a los anales de la literatura. ¿Es divertido? No, no lo es. Escribir una novela es uno de los ejercicios más extenuantes, sacrificados y frustrantes que existen. ¿Por qué lo hacemos? Al menos, nuestros antecesores escribían con la posteridad como horizonte, pero ¿y nosotros? Somos los mismos bohemios decimonónicos de siempre, aunque sin futuro alguno. Escribir, a estas alturas, es incomprensible, una huida hacia delante.
– ¿Qué autores u obras dirías que te han influenciado más en tu carrera?
Aquí podría comenzar una lista infinita porque, en palabras de David Jasso, los escritores somos bayetas que van absorbiendo aquí y allá para después escupir su mejunje propio. Además, es algo que no acaba nunca, que no debe acabar nunca; admirar a otros, precedentes o contemporáneos, sirve para ser consciente de las limitaciones propias. Siempre hay alguien mejor o que alcanza metas imposibles para nosotros. Me gustan los retos y la competición sana. En este sentido, compito sólo con aquellos a los que admiro, esa es la verdad.
“Me considero bastante optimista, pero a largo plazo”
– Tu última novela ‘La polilla en la casa del humo’ (Aristas Martínez, 2016) refleja un futuro fatal para la humanidad, ¿eres realmente pesimista respecto al mismo? , si es así, ¿cómo crees que podría evitarse?
No soy pesimista. En realidad me considero bastante optimista, pero a largo plazo. Me explico. Todo va a salir bien. La humanidad saldrá adelante y florecerá en un nuevo paradigma social sostenido por la tecnología que alcanzará el bienestar global; abandonaremos este sistema basado en la economía y la desigualdad. Sin embargo, antes de llegar a ese estadio, viviremos un colapso financiero, violencia política y religiosa, el regreso del fascismo, censura, desigualdad brutal, grandes migraciones y terrorismo a niveles nunca vistos. Después, todo mejorará. La verdad es que escribimos distopías para describir la distopía en que vivimos. Ya no hace falta escribir ‘1984’ e hiperbolizar el estalinismo del futuro, basta con echar un vistazo a las crónicas de sucesos, poner la tele un rato, bajar al bar a discutir de política y ser más o menos diestro con las metáforas.
– El escenario (un pozo) tiene gran relevancia en la novela, ¿lo ideaste antes de la historia o cómo ha sido su proceso de creación?
Cuando comencé a trabajar la novela, el escenario era el personaje principal. Un pozo sin fondo en el que hombres y mujeres excavan y excavan sin parar. Así se presenta desde el principio y el mismo personaje se pregunta: ¿para qué estamos excavando? ¿Cuál es el propósito de todo esto? Imaginé esa sociedad y un culto religioso con un único dogma: la utilidad. Hay que ser útil al pozo. Excavar. Entregar el cuerpo y la vida a esa carrera de Sísifo, porque todo va muy rápido, sin cuestionarse nada. El escenario tiene una importancia radical en la historia, pero ya no era el eje vertebrador. El peso se había desplazado hacia el personaje principal y su voz. Por eso, supongo, es en realidad una novela optimista, porque podemos preguntarnos: ¿serían los personajes como son sin la oscuridad del pozo? Después de leer el libro, la respuesta está clara.
“La literatura costumbrista es incapaz de anticipar y abrir nuevos caminos. Sólo puede mostrar la realidad”
– ¿Crees que la fantasía es la mejor forma de mostrar la realidad?
No de mostrarla, sino de interpretarla. La finalidad de toda literatura es interpretar la realidad. Poner un principio y un final a las historias. Hacernos creer que todo tiene un comienzo y un final, que el caos se puede organizar en tres actos y que nuestra mísera y breve existencia tiene un sentido. Esa es la gran mentira. Nada tiene sentido. La realidad es caótica y los héroes mueren en un accidente de tráfico en el segundo acto. Así que, llegados a este punto, estoy convencido de que la literatura de género fantástico está mucho más capacitada, hoy en día, para hurgar en el horror y lo extraño de este mundo tan horroroso y extraño. Meter el dedo en la llaga de lo irracional, en el tuétano de nuestros miedos. Tememos lo imprevisible, aquello que rompe nuestras previsiones matemáticas. Eso es lo fantástico. La literatura costumbrista es incapaz de anticipar y abrir nuevos caminos. Sólo puede mostrar la realidad, ya está, nada más, y nosotros necesitamos levantar la vista y ver más allá, sobre el abismo, especular con un futuro, proyectarnos en alguna parte. Vivimos en la era del exhibicionismo, saturados de realidad, de apariencia de realidad. Todos los géneros literarios están en una vía muerta en ese aspecto excepto la fantasía, el horror y la ciencia ficción. Por eso florecen las novelas fronterizas que incluyen elementos fantásticos en su trama. Somos su única esperanza.
– Has pasado recientemente por el Festival de terror, fantasía y ciencia ficción Celsius 232 como ganador del Premio Kelvin 505, ¿qué significa para ti reconocimientos como éste? ¿qué te interesa de este tipo de eventos?
Premios hay muchos y conozco unos cuantos escritores y escritoras que han ganado galardones mucho más prestigiosos. El reconocimiento mola, pero luego la casa se queda hecha un asco y hay que limpiar después de la fiesta. De esta clase de eventos, lo que más me interesa, es poder reunirme con colegas de letras con los que no coincido más que un par de veces al año, compartir proyectos y alimentar eso que se llama sinergia creativa. También asistir a las charlas de autores de los que venden millones de libros, escuchar sus secretos y tomarte una cerveza con ellos.
– En tus fotos muestras varios tatuajes, háblanos de ellos
Llevo tatuándome desde hace dos décadas. Dentro de diez mil años, cuando encuentren mi cuerpo momificado, me pondrán en un museo, tras una vitrina, en lugar de acabar numerado y catalogado en un sótano.
– Como, en cierta forma, es tradición en la fantasía, ¿te gustaría ver adaptada alguna de tus obras en formato audiovisual?
‘Challenger’ es muy cinematográfica. Sería genial que Cristopher Nolan se decidiera a hacer una película. Yo participaría en el guión. Me compraría una casa en Miami. Después no asistiría al estreno y renegaría de ella. Diría cosas como que no representa mi obra. No asistiría tampoco a la entrega del Oscar a mejor guión adaptado. Cobraría una pasta en derechos y la quemaría en un par de semanas en Las Vegas, estilo Ben Sanderson.
– ¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En breve, no tan breve, publicaré mi quinta novela. Regreso a la ficción especulativa oscura que tanto me gusta. Está ambientada en València, en un futuro cercano. También estoy metido de lleno en un thriller cyberpunk en el que tengo puesto todo el tofu en el asador.