La artista Roberta Marrero (Las Palmas de Gran Canaria, 1972) ha definido su trabajo como “simbolismo pop”. Sus collages e ilustraciones incluyen infinitos iconos procedentes de la cultura popular que no han podido faltar en su primera novela gráfica, titulada El bebé verde (Lunwerg, 2016). Un trabajo autobiográfico en el que plasma sus experiencias personales bajo el subtítulo Infancia, transexualidad y héroes del pop, tres conceptos que dan lugar a una obra vital y honesta, como esta entrevista.
– ¿Cómo te has enfrentado a la creación de tu primera novela gráfica?
Como me enfrento a todo lo que hago, a ciegas. Aunque de punto de partida siempre tenga ideas y conceptos que quiero tratar, en este caso momentos de mi vida e historias que estaba segura que quería que formaran parte de la novela, al final la inspiración te viene mientras trabajas y escribes una cosa que te lleva a otra. Yo siempre digo que mi estilo es “escritura automática”, trabajo desde el impulso y desde el inconsciente, sin pensar demasiado.
– ¿Su proceso creativo ha sido diferente respecto al resto de tus obras?
Sí porque hacer una novela gráfica es un proceso muy largo, en el que además hay editores, correctores… aunque tuve libertad absoluta para hacer lo que quería con El bebé verde, al final es un trabajo en equipo (cosa que normalmente no hago) y es un trabajo que también requiere de bastante paciencia, algo que he aprendido a tener en el proceso creativo de esta novela.
–El bebé verde es un libro sobre experiencias personales… ¿qué capítulo te ha costado más crear?
Esa es una pregunta interesante porque honestamente no lo sé. Esta novela además ha sido escrita en un proceso bastante doloroso para mí, mi separación y divorcio de mi ex marido con el que estuve seis años. Ahora que miro atrás veo que escribirla ha sido una manera de decir “yo existo” y creo que ese proceso de luto por el que pasé tuvo mucho que ver en ese estado en el que estuve el año y medio que tardé en escribir El bebé verde, estaba bastante a flor de piel por las cosas que estaba reviviendo y por el estado emocional y de abandono en el que me encontraba, que me conectó mucho con el que viví en mi niñez.
– ¿Cuál es el principal mito sobre la transexualidad que te gustaría romper con este libro?
Hay muchos mitos que me gustaría romper. Que no tiene nada que ver con el sexo, que es una cuestión de identidad, de ser quien eres y no con quien te acuestas. Me gustaría que la gente viera lo vital que es, las personas trans somos nosotras y nosotros aun sabiendo que podemos perder a nuestras familias, que podemos morir o ser asesinadas y asesinados en el intento, perder nuestros trabajos. Creo que es positivo que en este país en el que la transexualidad (sobre todo la femenina) siempre ha estado unida a la explotación de los medios de comunicación más amarillista se nos empezara a ver más como personas y menos como a monstruos de feria, no somos más “raras o raros” de lo que es el común de los mortales.
– El bebé verde irradia un positivismo que, personalmente, no había apreciado previamente en tu obra, ¿ha cambiado a mejor tu visión del mundo en el año que has dedicado a crear la novela?
Yo soy una pesimista positivista. A mí el mundo en general me sigue pareciendo un sitio bastante hostil: machismo, racismo, refugiados, Trump, el PP, la iglesia católica, etc. Luego yo me he creado un mundo propio en el que me gusta estar y en el que vive lo mejor del ser humano: la música, la literatura, el Arte…me temo que eso no ha cambiado mucho no…
– ¿Crees que Virginie Despentes (prologuista) y Aitor Saraiba (artista en cuyo taller nació la idea de crear la novela) son algo así como los padrinos de El bebé verde? Su obra también se centra en experiencias personales, ¿ha sido ésta una influencia directa durante la creación del libro?
La influencia de Aitor en mi novela es esa chispa que hizo que me planteara escribir este libro y que surgió en su taller “Autobiografía”, y ya, su trabajo es bonito, pero no es una influencia para mí. Virginie aparte de Hada madrina del libro al ser la prologuista sí que es una gran constante en mi manera de ver las cosas. Es una intelectual brillante y su visión del mundo es afilada y precisa como un bisturí. Conocerla y tener su prólogo abriendo mi libro son verdaderos regalos.
– En la novela mencionas la lectura como el primer paso hacia la felicidad, ¿qué libros, además de El bebé verde, nos recomiendas?
El libro de la Ley de Aleister Crowley, Teoría King Kong de Virginie Despentes y El Funcionario desnudo de Quentin Crisp
– ¿Habrá una segunda parte, quizá La artista verde?
Obviamente cuando escribes un libro piensas en escribir un segundo, pero aún no tengo muy claro sobre qué quiero escribir… se admiten sugerencias.