Inocencia, bondad, sencillez, ingenuidad… son algunas de las inofensivas cualidades que atribuimos a los niños, o mejor dicho, a una imagen idealizada de los mismos. Todas ellas también podemos atribuirlas, o no, a los adultos. Lo mismo pasa con otros atributos malignos, quizá considerados exclusivos de la edad adulta, que pueden darse en los pequeños. Si no, ahí están Barnaby y Christie, los protagonistas de ‘Matemos al tío’, una novela llena de humor negro escrita por la canadiense June Skinner bajo el seudónimo de Rohan O´Grady en 1964, para demostrarlo.
Este libro, editado por primera vez en España por la editorial Impedimenta el año pasado y traducido por Raquel Vicedo, cuenta la macabra historia de Barnaby Gaunt, un niño huérfano a cargo de su tío que, al alcanzar la mayoría de edad, heredará una gran fortuna. Esto, claro, en caso de que no le ocurra ninguna desgracia, en cuyo caso el dinero iría a parar a manos de su tutor legal. Éste, un hombre respetable, de costumbres y modales intachables, de hecho, espera que así sea, y tiene un plan malvado para acabar con la vida de su sobrino. El lugar, una isla remota de la costa de Canadá, el momento, esa época del año en que los niños están más despreocupados: el verano.
El pequeño Barnaby va a pasar unas vacaciones difíciles de olvidar en la isla, donde convivirá con los Brooks, una amable pareja que acaba de perder a su único hijo. El mismo plan veraniego le espera a Christie, una niña que se convertirá en su cómplice para el objetivo más importante de sus vacaciones: matar a su tío antes de que este les mate a ambos.
Distinguiendo el mundo de los niños del de los adultos, Skinner desdibuja la idea de docilidad infantil para presentarnos unos protagonistas que, si bien se saben incomprendidos por sus mayores, toman las riendas de su destino frente a cualquier impedimento que se presuponga en su escasa edad. Porque cuando ni el policía montado Coulter parece dispuesto a ayudarles, no les queda otro remedio que buscar una solución a expensas de los habitantes de su pequeña residencia vacacional. Aunque habrá uno con el que sí podrán contar: un peligroso puma de ojos verdes con tan solo una oreja, al que intentarán convencer para que se una a su aventura veraniega.
No hay que dejarse engañar por la infantil ilustración que compone la portada de esta novela, pues solo juzgada junto con su chocante título nos dará una idea de lo que se encuentra entre sus páginas: una historia protagonizada por niños solo apta para adultos.
Skinner, que esperó hasta casi los cuarenta años de edad para comenzar a escribir, narra una oscura historia con la que nos quiere abrir los ojos a una realidad: las cosas rara vez son lo que aparentan. Con la ligereza de un cuento infantil, y lo adictivo de una novela negra, ‘Matemos al tío’ no deja indiferente al lector frente cuestiones como la supervivencia del más fuerte, la supuesta ingenuidad infantil o la ineficacia policial, todo envuelto en un tono de sátira que suaviza este ‘tirón de orejas’.
Es fácil imaginar a Tim Burton dirigiendo la versión cinematográfica de esta novela. La indiferencia entre niños incomprendidos y adultos grises, junto con el humor negro de la historia encaja perfectamente en el imaginario del director de culto. Pero, debido a que la novela también lo es, ya cuenta con una película homónima basada en su historia. Se trata de una producción del año 1966 dirigida por William Castle y escrita por la propia autora en colaboración con Mark Rodgers, cuyo tráiler podéis ver a continuación:
No solo el cine ha bebido de la obra de Skinner, la música también se ha visto influenciada por la misma, concretamente el heavy metal. ‘Let´s kill uncle’ es el nombre de una banda de origen australiano, concretamente de la ciudad de Perth, que define su sonido como algo que “gira entorno a un amor por la vieja escuela y riffs de metal en general”.
Volviendo al libro, su título deja muy clara las intenciones de sus protagonistas, al igual que la de su antagonista. Este desenmascaramiento como punto de partida no resta misterio a la historia, todo lo contrario, despierta en el lector una curiosidad que será saciada y realimentada en cada capítulo, hasta que, como en toda novela negra, la tensión acumulada se resuelva en una oscura noche.